Viernes, 12 de agosto 2022, 22:13
Las gastroenteritis vuelven a poblar las consultas de Atención Primaria de Salamanca como suele ser habitual en los meses de agosto, aunque este año llegan con algunos condicionantes relacionados con la cantidad de días que la provincia ha estado en alerta por ola de calor.
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Algunos facultativos de las zonas rurales reportan casos de gastroenteritis agudas “que han dejado a familias enteras para el arrastre”. La gastroenteritis es una infección intestinal que, sobre todo, causa diarrea, pero también puede generar síntomas como vómitos, fiebre o fuertes dolores.
El doctor Lucas Fernández, médico de familia en el centro de salud urbano Miguel Armijo, explica que “el método clásico en estos meses de verano es la cadena que hay entre dedos, alimentos, moscas y excrementos”. Es decir, desde la falta de higiene de manos de las propias personas, hasta las moscas que se posan sobre excrementos y posteriormente ‘aterrizan’ en los alimentos. Puede parecer que han sido solo unos segundos, pero lo suficiente para haber contaminado esa comida. “La infección intestinal dura entre 2 y 7 días y son muy frecuentes en verano”, recalca.
Frente a esa cotidianidad de las gastroenteritis en la capital salmantina, diversos facultativos de áreas rurales -sobre todo de la sierra- indican que algunos de los casos que están tratando podrían tener un origen en común: la calidad del agua.
La teoría que exponen es que el exceso de calor de forma prolongada durante tantos días podría estar evaporando o reduciendo la cantidad de cloro en el agua potable que llega por el grifo. Otro factor que sospechan que puede desembocar en infecciones intestinales es el bajo nivel del agua en ríos que luego desembocan en fuentes públicas: cuanto más baja está el agua, más concentración de sustancias dañinas.
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Fuentes de la Gerencia de Atención Primaria señalan que “no se ha detectado un aumento notable de los casos de gastroenteritis que de por sí se suelen registrar en estos meses”, pero coinciden en que son las fechas menos adecuadas para beber agua de fuentes y caños en la zonas rurales.
“El problema del cloro queda totalmente descartado en la capital porque hay un control estricto desde el inicio del proceso de cloración, por toda la línea y hasta en registros de usuarios”, apuntan los especialistas, que entienden que en los pequeños municipios no es tan viable ese tipo de control.
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“Los cambios de agua son una de las principales causas de infecciones intestinales. Se nota claramente cuando se viaja a ciertos países y se bebe agua del grifo. Incluso por los hielos de las bebidas o por comer une ensalada que ha sido lavada con agua del grifo. Si estás acostumbrado a beber agua de una ciudad y cuando vas al pueblo bebes agua del caño en época de sequía puedes tener molestias”, explican.
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