Jueves, 30 de diciembre 2021, 18:25
A 12.500 kilómetros de distancia de su casa han iniciado unas “blancas” Navidades el teniente Mario Garzón, el brigada Rafael Benito, el sargento Oliver Arnau y el soldado Adrián López, militares integrantes del Regimiento de Ingenieros de Salamanca que componen el equipo desplegado en la Antártida desde la pasada Nochebuena, y que tienen como objetivo seguir mejorando las infraestructuras de la base militar y científica Gabriel de Castilla ubicada en la isla Decepción.
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Para el teniente Garzón, líder del equipo, es su segunda misión en el continente blanco, pero eso no impide que siga sintiendo esa mezcla de “asombro y felicidad” al vislumbrar la Antártida el primer día. Esta vez, los militares de Salamanca no pasaron por el mal trago de atravesar por el mar el tormentoso paso Drake, sino que lo hicieron por el aire, primero hasta la Base Juan Carlos I en otra isla cercana, y después en el buque oceanográfico Sarmiento de Gamboa hasta su destino.
Eso sí, la pandemia en plena explosión de casos por la variante ómicron también ha hecho que el Comité Polar fijase unas estrictas medidas para evitar que la covid llegase a la Antártida. Los militares del Arroquia han pasado por confinamientos preventivos en España, a su llegada a Chile, sin salir del hotel ni para comer, en el buque oceanográfico, además de realizarse hasta 5 pruebas PCR y varios antígenos antes de pisar su base, donde en la actualidad conviven con 23 personas, en su mayoría científicos y también otros miembros del Ejército.
“Es impresionante volver a ver el contraste entre el blanco del hielo y el negro de la zona volcánica. Es un orgullo y un privilegio verme aquí otra vez. Se trabaja mucho, pero cuando paras y levantas la cabeza, ves la espectacular bahía y los animales tan curiosos... que no te crees volver a estar en la Antártida. Estoy encantado de volver”, subraya a este periódico el teniente Garzón. Para sus compañeros, nuevos en esta misión, la primera visión de la isla les recordó a Marte. “Con la niebla baja, era como estar en otro planeta”, recuerdan.
Tras una Nochebuena en el buque Sarmiento de Gamboa debido al mal tiempo, con cena especial y villancicos, el día de Navidad llegó el trabajo intenso con la descarga del material y la apertura y puesta a punto de la base (cerrada durante el invierno) a contrarreloj. El equipo de Salamanca trabajó sin descanso desde las 5:30 de la madrugada durante 24 horas hasta descargar los tres contenedores donde viajaba comprimido el módulo taller, cuyas obras ya han iniciado esta semana.
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Ni las gélidas temperaturas que oscilan entre los 0 y 2 grados con sensación térmica de 13 grados bajo cero, ni la molesta arena y ceniza de la isla (el volcán de momento permanece sin alerta) que se cuela en los ojos por el fuerte viento, pese las gafas de sol, impiden que estos militares hagan su trabajo con la profesionalidad y entrega que les caracteriza.
“Primero desmontamos unos antiguos iglús que servían de laboratorios científicos desde 2003 y ya hemos iniciado el replanteo para construir el módulo taller, diseñado con mejores aislantes y que guardará el material de la base”, confirma el teniente Garzón, sorprendido del buen estado de conservación del muro que protege la línea de costa, edificado por los ingenieros en la primera misión hace dos años. Un muro que rematarán en los próximos meses de trabajo antes de regresar en abril.
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