Jueves, 19 de mayo 2022, 11:22
La Luna menguará para no eclipsar a un firmamento con un significado especial para Salamanca y su Universidad. Del 22 al 25 de agosto de este año, se repetirá 547 años después la configuración celeste que iluminó a los expertos astrónomos que encargaron a Fernando Gallego la bóveda de la primera biblioteca del Estudio Salmantino. Será el décimo verano que ocurra desde entonces. Solo algunos días de 1561, 1582, 1646, 1667, 1678, 1785, 1798, 1857 y 1881, al levantar la vista, se pudo ver al Sol en la constelación de Leo y a Mercurio en Virgo, y al resto de planetas conocidos en el siglo XV, la Luna —se consideraba el “séptimo planeta”—, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, ausentes de las cinco constelaciones que se conservan en el cuarto de esfera de las Escuelas Menores —Leo, Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario—. Así, explica en su reciente estudio, el profesor Carlos Tejero, del Departamento de Matemáticas de la Universidad, esta configuración planetaria “extremadamente infrecuente” que se eligió para dejar boquiabiertos a los visitantes ilustres que accedían a la primera biblioteca del Estudio, construida entre 1474 y 1479 en el lugar que hoy ocupa la capilla de San Jerónimo.
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Las pistas que aporta el cuarto de esfera con más de cinco siglos de historia no permiten determinar la noche concreta en la que se repetirá el firmamento que inspiró la bóveda. Se ha podido acotar, eso sí, a cuatro noches. Pero, ¿por qué se eligió el cielo de una noche de verano para decorar ese lugar de sabiduría y estudio? “En aquel momento la astrología era una de las siete artes liberales y era sinónima de astronomía”. “Se consideraba indispensable para el ejercicio de la Medicina, ya que se creía que los médicos para poder curar a sus pacientes debían conocer su horóscopo”, señala Tejero en su estudio “Astronomía en la Universidad de Salamanca a finales del siglo XV”. Fue en torno a 1460 cuando el Estudio creó una cátedra sobre esta materia y que primero ocupó Nicolás Polonio, al que sucedieron cinco catedráticos en un momento en el que el salmantino Abraham Zacut se convirtió en el astrónomo más destacado de la época. El “Cielo de Salamanca” no sería solo una obra de arte, señala Tejero, sino también científica, un planetario pintado para “la enseñanza práctica de la astrología”.
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