Vivió y escribió a contracorriente en una sociedad que relegaba a las mujeres. Recurrió a un seudónimo masculino, Rafael Luna, para filtrar sus escritos en los medios de comunicación y firmó la primera novela en la que aborda en tono crítico y descarnado el mundo de la prostitución, un año antes que “La desheredada” de Galdós. La escritora salmantina Matilde Cherner apenas pudo conocer los ecos de su obra: falleció en 1880 en Madrid sola y sin haber llegado a conocer el reconocimiento que buscó como literata desde niña.
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Matilde Cherner y Hernández nació en Salamanca el 13 de marzo de 1833. Al igual que sucede con muchas de su contemporáneas, se conocen pocos datos sobre su vida y trayectoria profesional. Sus escritos han sido principalmente, junto con algunos documentos oficiales, la fuente utilizada por los investigadores para construir su biografía.
Era hija de Juan José Cherner y Luna, de San Fernando (Cádiz) y procurador del Juzgado de Salamanca, y de Antonia Hernández, natural de Aldeadávila. Su abuelo paterno, Miguel, era alemán, Así lo refiere Manuel Villar y Macías en su Historia de Salamanca, en la que refiere que fue bautizada en la iglesia parroquial de San Cristóbal como Matilde Rafaela Cristina Cherner y Hernández. De su segundo nombre y de su tercer apellido tomaría el seudónimo “Rafael Luna” con el que años más tarde buscó abrirse camino en el mundo de las letras. Literalmente, Matilde intentó así ‘hacerse un nombre’ en una sociedad, la de las letras, dominada por los varones.
La primera colaboración periodística de Matilde Cherner está documentada el 1 de abril de 1852 en la Revista Salmantina, publicación literaria semanal. Fue un poema titulado “La Unión”, todo un canto a la fraternidad en el que ya se aprecian algunas de sus ideas políticas, según apunta la profesora de la Universidad Complutense María de los Ángeles Rodríguez Sánchez, una de las mayores estudiosas de la figura de Matilde Cherner.
Pero la que puede ser la primera mención negro sobre blanco en tinta impresa a la escritora salmantina se produjo en La Revista Salmantina el 25 de enero de 1852, en la reseña de la función semanal que celebraba el Liceo Artístico de la sociedad de la Unión. Ella fue la novedad de la velada y así se destacaba en un texto lleno de condescendencia con una joven de 18 años. Hoy lo llamaríamos machismo puro y duro e ‘incendiaría las redes’.
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Pocas semanas después, Matilde intervino en otra función del Liceo Artístico, en la que leyó un poema titulado “La Unión” en el que ya mostraba un compromiso con los desfavorecidos que marcará toda su trayectoria literaria y clamaba por la fraternidad social. La escritora Laura Rivas Arranz, que ha investigado exhaustivamente al personaje y su obra, refiere en su blog de temas salmantinos “Historias del cuarto de atrás” que La Revista Salmantina llegó a publicar el poema, pese a que “consideraciones de bastante peso para nosotros nos aconsejaban que no viera la luz en nuestro periódico”, afirmaban entonces.
Para Laura Rivas, la publicación temía que los reivindicativos versos de la joven Mercedes levantasen una polvareda de críticas en la conservadora Salamanca de mediados del XIX. Veinte años después, Cherner evocaba desde Madrid en otro poema, “A los federales salmantinos”, aquellos amargos recuerdos que le deparó su Salamanca natal: “Y yo, que de mi vida en los albores / La unión, la libertad he proclamado. / Yo vi alzarse fanáticos rencores / Contra mi pobre canto entusiasmado”.
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Más allá de estos primeros pasos literarios, se sabe que la joven Matilde alcanzó una sólida formación cultural; dominaba el latín, hablaba correctamente el francés y “veía en los clásicos a sus maestros más predilectos”. Así lo reflejaba en una semblanza sobre su figura en 1897, diecisiete años después de su muerte, la revista “El Álbum Ibero Americano”. Sí se sabe, sin embargo, que vivió muy vinculada a Aldeadávila -donde varios autores han llegado a situar su nacimiento- por sus raíces maternas.
Las leyendas y los retratos sociales de Las Arribes estuvieron muy presentes en el imaginario de la joven escritora, como “La venganza”, uno de sus primeros cuentos: una historia de amor imposible en el marco idílico de Las Arribes entre una lugareña y un contrabandista sin escrúpulos. Este ambiente rural de Aldeadávila y el paraje de La Verde es también el marco de “Lamentos de un preso”, novela que apunta ya una temática feminista con ideas muy avanzadas y que ha sido objeto de estudio de la investigadora Pura Fernández, de la Universidad de Alcalá de Henares. El vínculo de la escritora con Aldeadávila fue reforzado hace una década cuando la localidad ribereña dedicó a su memoria un pintoresco emplazamiento de su casco urbano, vinculado seguramente a su familia, denominándolo “Rincón de Matilde Cherner”.
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Con la ayuda de su primo hermano Juan Cuesta Cherner, médico y director de la revista científica “La Correspondencia Médica”, y de la esposa de éste, Robustiana Armiño de Cuesta, directora de varias revistas, entre ellas “La Familia”, Matilde logró publicar sus primeras narraciones en revistas literarias de la capital. “La venganza” vio la luz en 1860 en el libro de Robustiana Armiño “Fotografías sociales”.
Tras la muerte de sus padres, Matilde vendió sus posesiones y se trasladó a Madrid. Dejaba atrás su tierra natal y no pocas frustraciones, como la de no haber logrado publicar su primera novela, una historia de tintes costumbristas sobre la sociedad salmantina de la época y que, lamentablemente, quedó en manuscrito inédito que no se ha conservado. La novela fue vetada por la “dura y sangrienta” censura, según contó años después Cherner en un artículo recogido por Laura Rivas.
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En Madrid entabló relación con literatos y periodistas, en su intento de abrirse camino en el mundo de las letras. No cesaron, sin embargo, sus colaboraciones con La Revista Salmantina, El Eco del Tormes y El Federal Salmantino, donde siguió publicando poemas, relatos y artículos críticos sobre temas diversos. Pero el grueso de su obra yace disperso en revistas y periódicos entre 1870 -cuando aparecen sus primeros artículos en la prensa de la capital- y 1880.
La relación de publicaciones con las que colabora Matilde Cherner es amplia: La Ilustración Federal Republicana, La Ilustración Popular, La Ilustración de la mujer, Revista semanal de literatura, Revista Contemporánea, Revista de España, El Periódico para Todos, La Época. Hoja literaria, El demócrata, Semanario republicano... En sus textos, muchos firmados con su seudónimo Rafael Luna, se manifiesta su espíritu crítico y sus ideas claramente progresistas tanto en política , como en asuntos sociales y especialmente en la situación de la mujer en la época.
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Dos novelas destacan en su producción: ”Ocaso y Aurora”, que vio la luz entre 1875 y 1877 en el periódico “Tiempo” y se editaría como libro en 1878, y su demoledor estudio social -como ella lo definió- sobre la prostitución “María Magdalena”, en la que narra las memorias de una joven prostituta. En ambos casos vuelve a formar como Rafael Luna. Otros títulos de Cherner fueron “Novelas que parecen dramas” y “Las tres leyes”.
Pero Matilde Cherner trató todos los géneros literarios. Escribió numerosas narraciones, poemas, biografias y varias obras teatrales, con las que tampoco tuvo suerte. Ni “Don Carlos de Austria” (1872) ni “Como hombre, no como Rey” (1879) llegaron a estrenarse. La falta de “renombrados literatos” que la apadrinasen llevó al Teatro Español, donde las presentó, a descartarlas ante las presiones externas. “Que Matilde Cherner escribiera de política, que ejerciera la crítica literaria, y que defendiera su obra con “intrepidez no muy propia de su sexo”, escribe Laura Rivas Arranz.
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En sus escritos publicados en “La Ilustración de la mujer”, la autora salmantina firma una serie de cartas, “Las mujeres pintadas por sí mismas” que son auténticos ensayos en los que reflexiona sobre el papel de las mujeres en la época, así como su educación, dando voz a un sector ignorado en la sociedad de la época.
Las inquietudes políticas de Cherner también quedan patentes en sus artículos en prensa. La investigadora María de los Ángeles Rodríguez subraya que la escritor ejerce de testigo de nuestra historia en un período especialmente convulso, en el que se suceden la revolución de Septiembre, el fugaz reinado de Amadeo de Saboya, la proclamación de la primera República (1873-74), los movimientos cantonalistas y federales, la restauración borbónica.... “Muchos de sus poemas tienen un contenido eminentemente social y crítico con la injusticia en la que viven los más necesitados -refiere Rodríguez- , aunque sus palabras, en general, traslucen la esperanza de un futuro mejor”.
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En agosto de 1880 Cherner visitó la redacción del periódico conservador “La Época” solicitando la publicación de un artículo, “Profesión de fe”. En él abordaba los retos de la mujer literata de entonces, concluyendo que no debía casarse, y que si se casaba, debía renunciar a la literatura.
Fue su último artículo. El 15 de agosto, Matilde Cherner fallecía en su domicilio de la calle de la Palma 21 de Madrid como consecuencia de un aneurisma de aorta, según refleja su partida de defunción hallada recientemente por la profesora Rodríguez Sánchez. Se despejaba así el misterio sobre la muerte de la autora, tanto que se llegó a hablar de un posible suicidio por la falta de información en el momento del óbito.
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Varios periódicos de Madrid y Salamanca se hicieron eco de su fallecimiento, entre ellos “La Epoca”, que publicó al día siguiente el artículo “Profesión de fé”. “Su autora -decía su necrológica del 17 de agosto- merece un lugar entre los buenos escritores. Matilde Cherner era pobre y era mujer. ¡Quién es capaz de comprender los esfuerzos que ha mecesitado emplear para cultivar las letras””.
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