Sábado, 9 de octubre 2021, 19:12
Fulgencio Ramos tiene 80 años y puede seguir en su casa gracias al apoyo de la ayuda a domicilio, un servicio subvencionado en parte y que le permite tener tres horas a la semana a una chica para que le eche una mano con la comida, la limpieza y el aseo.
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Vive solo. Hace seis años que le cortaron una pierna y recientemente se cayó. Por eso tuvo que ingresar en una residencia hasta que volviera a recuperar la autonomía. Se benefició del máximo de cuatro meses de una plaza socio-sanitaria, pero la estancia en el centro le absorbía el 90% de su pensión, algo que económicamente no era viable para él.
Se recuperó y pudo volver a su vivienda, pero el miedo a volver a caerse y pasar por lo mismo no quedó atrás. Reconoce que es un alivio poder contar con el apoyo de la profesional que acude dos veces por semana a su casa. “Tengo miedo a hacer lo más cotidiano porque no me tengo de pie. Tengo una silla de ruedas, pero no entra en todas las estancias de la casa”, relata Fulgencio Ramos.
“Desde hace más de tres años tengo este apoyo. Si no fuera por la chica que me echa una mano tendría que buscar ayuda como fuera”, reconoce. “En la residencia tenía que pagar más de 1.000 euros al mes. Además tenía que hacer frente a la comunidad y los gastos del piso. ¿De qué comes en esas condiciones? Además, ahora he tenido que pagar una prótesis nueva para la pierna”.
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