Lunes, 26 de septiembre 2022, 18:41
“Llámame a finales de septiembre porque yo prefiero alquilarle a estudiantes”. Es la respuesta que Cruz Roja ha recibido de numerosos caseros durante las pasadas semanas cuando trabajaba en buscar un hogar propio que permita avanzar en autonomía e independencia a las familias ucranianas que se encuentran aún en acogida. Y es cierto que en los últimos días, después de que los universitarios ya han fijado su residencia, la organización está dando con un mayor número de viviendas disponibles. Pero eso no significa que sus dueños estén dispuestos a alquilar a familias ucranianas o a refugiados de otras nacionalidades. “Hay otro motivo que también influye y que es el temor a alquilarle a personas extranjeras. Les piden unos avales, como contratos de trabajo, que en muchas ocasiones las familias no pueden presentar. En el caso de los extranjeros, siempre hay un mayor recelo, incluso aunque sean ucranianos”, explica Montserrat Hernández, responsable del programa de migrantes y refugiados de Cruz Roja.
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El “pico de solidaridad” que comenzó con el inicio de la guerra empieza a llegar a su tope. De hecho, están comenzando a llamar a la puerta de las organizaciones no gubernamentales familias ucranianas a las que sus benefactores, que les acogieron hace meses, están empezando ya a pedirles que se marchen.
Por otra parte, los propietarios de vivienda plantean a las ONG que, si bien durante unos meses el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones es el aval de los refugiados porque les abona la ayuda necesaria para que afronten el alquiler, después no saben qué va a ocurrir. “Esos primeros meses son un tiempo que el propietario de la vivienda nos da para que estas personas puedan avanzar en su inserción laboral, en la que ya hemos comenzado a trabajar porque hasta ahora han estado tratando de aprender el idioma, situándose en su nueva realidad personal e incluso ponderando si quieren regresar a Ucrania, incluso con los riesgos que pueda conllevar. Quienes deciden quedarse lo hacen porque es su opción de vida y quieren permanecer en la ciudad “, explica Montserrat Hernández. Por ello, hace un llamamiento a que se ofrezcan pisos en alquiler para ayudar a estas familias refugiadas.
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