Viernes, 11 de noviembre 2022, 17:25
Una curiosa pieza de cerámica de fayenza decorada con la técnica de taracea. De tan solo cinco centímetros de ancho, con los bordes rematados en bisel y sobre la que resaltaba un curioso hilo dorado. Fue uno de los objetos, junto a un diente de tiburón con 27 siglos de historia, que los arqueólogos encontraron este verano en la más reciente de las excavaciones realizadas en el Cerro de San Vicente. Tras las pruebas de laboratorio y la observación con microscopio, el equipo comprobó que el filamento era pan de oro. ¿Qué fue esta curiosa pieza de cerámica encontrada en el poblado de la Edad de Hierro, concretamente en una construcción anterior al siglo VI antes de Cristo y dedicada al culto? Su origen era claro por el material y técnicas empleados: las cultura mediterránea oriental. En un primer momento era difícil imaginar que se trataba del cabello de una diosa, de los rizos dorados de Hathor, la misma deidad representada en un amuleto que fue descubierto a escasos metros en la campaña del verano anterior.
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“Tras darle muchas vueltas, éste es el encaje más razonable de esta pieza”. “Esta rodeado por un contorno y encaja muy bien con el dibujo de la diosa”, señala el arqueólogo municipal, Carlos Macarro, que, junto a los profesores Antonio Blanco y Juan Jesús Padilla, y la arqueóloga Cristina Alario han estado al frente de estos trabajos respaldados por el Ayuntamiento, la Universidad de Salamanca y la Junta de Castilla y León, e incluidos en el Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica del Ministerio de Ciencia e Innovación. Sus estudios preliminares apuntan a que el fragmento de fayenza es literalmente la pieza de un rompecabezas, de un tipo de “mosaico” habitual en la época. Junto a otros elementos de taracea como este se adhería a un soporte conformando el retrato de una diosa —como se hace con una vidriera—. Y en este caso, todo apunta a que se trata de la imagen que se identificaba con Hathor, la divinidad del Antiguo Egipto, madre simbólica de los faraones y considerada hija de Ra, y madre y esposa de Horus. Es la Astarte de los fenicios, la Afrodita de los griegos y guarda similitudes con la Venus de los romanos.
Depositada entre las piezas de adobe que conformaban la curiosa cabaña rectangular en la que se centró la excavación del pasado agosto, los expertos calculan que fue colocada en ese lugar entre los siglos VII y VI a.C. Sin embargo, es probable que la pieza de fayenza date de mucho antes. Resulta difícil estimar cuándo se elaboró, porque su presencia en la primitiva Salamanca apunta a que llegó hasta orillas del Tormes a través del comercio fenicio y las rutas que atravesaban la península. “Se suma a una serie de piezas que apuntan en la misma dirección”, subraya Macarro insistiendo en las influencias que este poblado de cabañas de adobe que dio origen a la ciudad recibió de egipcios y fenicios, quienes rendían culto a esta diosa.
El lugar del hallazgo es claramente significativo. Apareció en una construcción rectangular —las viviendas son circulares— destinada al culto con una estructura similar a los antiguos templos que era escenario de ritos de raigambre oriental.
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