Martes, 14 de septiembre 2021, 10:50
Como ocurriera en 2007 con la crisis económica, las personas con discapacidad vuelven a encontrarse con una nueva barrera en su acceso al empleo. La covid tuvo especial incidencia en 2020 sobre el sector servicios, uno de los que aglutina al mayor número de personas con una discapacidad declarada lo que se ha traducido en una caída del número de contratos. El Informe del Mercado de Trabajo de las personas con discapacidad elaborado por el Sepe recoge que durante el pasado año se realizaron 1.431 contratos, casi una caída del 27% y medio millar menos que los que se formalizaron en 2019 y lejos de los 2.090 que se alcanzaron en 2018.
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A pesar de los esfuerzos que se han realizado en las administraciones por incorporar cláusulas en las contrataciones, la inclusión, a la vista de las cifras, aún se encuentra lejos de ser una realidad. El responsable de Empleo de Asprodes, Juan Ruiz, señala que la covid ha supuesto “un freno” en la contratación de las personas con discapacidad y, de manera especial, sobre aquellas que tienen discapacidad intelectual. “En la física o sensorial se pueden hacer cosas, pero en la intelectual el teletrabajo prácticamente no existe”, detalla sobre el parón que tuvieron el pasado año en las contrataciones y que incluso les obligó a hacer un ERTE durante los meses más duros del confinamiento.
Ruiz explica que la integración en la empresa ordinaria continúa siendo “escasa”, por lo que entidades como Asprodes buscan paliar ese déficit con los centros específicos de empleo. Así, señala que tras la crisis de 2020 han vuelvo a la estabilidad con la gestión de los huertos urbanos y varias adjudicaciones de parques y jardines. También en la ausencia de contrataciones, el responsable de Empleo señala la subida del Salario Mínimo como una “dificultad añadida”. “Ha sido muy significativa en aquellos trabajadores sin cualificación y una difícil empleabilidad y capacidad productiva”, detalla.
En el ámbito de la discapacidad física, el director del CRMF de Salamanca, Ricardo Bravo, detalla que las personas con discapacidad se han visto afectadas “por el parón empresarial”. “La realidad, a veces es dura y sobre todo compleja. Aquí se preparan para un empleo con siete modalidades de formación y potenciación de la autonomía personal, pero en muchos casos tienen una doble discapacidad, también intelectual que les dificulta la inserción en el mercado laboral”, detalla Bravo. En este sentido, reconoce que la dificultad para la entrada en la empresa ordinaria hace que muchas veces no se planteen ese salto, ya que necesitan una estabilidad para cambiar la prestación que reciben del Estado por la discapacidad por un trabajo, que si no da la suficiente seguridad no compensa a los beneficiarios. “Cuando pasan a tener un empleo y lo pierden, muchos se quejan de que tienen que volver a pasar por tribunales para que les valoren la discapacidad para saber si ha aumentado o disminuido provocando un cambio en las ayudas que anteriormente recibía”, reconoce Bravo que señala que el impacto de la pandemia se está observando en todos los sectores. Eso sí, reconoce que la realidad de Salamanca no ayuda a cambiar este escenario. “Es una provincia sin apenas dinamismo empresarial y eso se nota a niveles de contratación”, reconoce.
A María López no le sorprenden las cifras de descenso de contratos de las personas con discapacidad. Siempre ha sido una persona activa y a sus 35 años ha tenido experiencia tanto en la empresa ordinaria como en centros especiales de empleo. Antes de la pandemia se quedó en el paro tras finalizar su contrato de tres meses y ahora ha recuperado la “ilusión” como operaria de limpieza en una residencia de Asprodes.
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María siempre ha sido una correcaminos y nada inconformista. Tiene una discapacidad intelectual declarada del 71% que no le ha impedido buscar un empleo. “Ahora estoy demasiado contenta porque me tratan muy bien. Tengo que dar las gracias a Asprodes porque hay que reconocerles el apoyo que me han dado”, reflexiona. Sin embargo, las barreras en la empresa ordinaria siguen. Ha trabajado como empaquetadora para una multinacional, pero no se ha encontrado con el mismo ambiente en otros empleos en los que ni se preocuparon en probar cómo trabajaba. “Nos tienen que dar la oportunidad de conocernos bien porque se sorprenderían mucho. Las personas con discapacidad tenemos mucho que aportar por cómo trabajamos”, reflexiona mientras le tiembla la voz. Por ello, antes de pedir más contratos pide que se cambie la mirada. “Solo merecemos que se nos pruebe como al resto de personas y muchos no hacen ni siquiera el intento”, reconoce. La discapacidad intelectual exige concienciación por parte de las empresas. No es instalar una rampa. “En muchos lugares no he podido trabajar”, asume.
Y es que López señala que las personas con discapacidad son “oro” por cómo se vuelcan en el trabajo que realizan. “Se está perdiendo a muchas personas que valen la pena, por no darles una oportunidad. Valemos mucho la pena”, reconoce. Presume de una educación adquirida por sus padres. Le cuesta quitar el “usted” de la conversación y no duda en mantenerlo, a pesar de que no sea necesario. “Me han educado así”, repite.
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Mientras que ha adquirido empleos, también ha sumado formación. Esta es una de las aportaciones de Asprodes: no solo favorecer la contratación, sino fomentar la formación para facilitar su estabilidad laboral, uno de los mayores retos en el mundo de las personas con discapacidad.
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