Jueves, 21 de abril 2022, 19:09
Con 18 años, Juan Pedro Bolaños (Santa María de Guía, 1964) dejó Las Palmas para estudiar Farmacia en Salamanca, ciudad en la que, salvo las estancias posdoctorales en Londres, Burdeos y Oxford, ha desarrollado su vida profesional y familiar, así que asegura sentirse castellano y leonés. El próximo viernes, la Comunidad Autónoma reconocerá su excelencia con el Premio Castilla y León de Investigación Científica y Técnica e Innovación 2021, un respaldo para seguir trabajando, asegura el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad salmantina y director del grupo de Neurogenética y Metabolismo, empeñado en entender mejor cómo se gestiona la energía del cerebro, aspecto clave para poner fin a enfermedades como la de Batten o el Alzheimer.
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–Formar parte de la lista Premios Castilla y León de Investigación Científica, Técnica e Innovación es un reconocimiento, pero ¿también es una responsabilidad?
–Seguiré siendo la misma persona, con las mismas responsabilidades que tenía antes y atendiendo a mi grupo de investigación con igual o mayor intensidad. Recibir este reconocimiento no me cambia mucho, pero sí me hace sentir respaldado por la Universidad de Salamanca y por la Comunidad Autónoma de Castilla y León para continuar trabajando.
–Entre los galardonados en ese área hay nombres muy importantes de la Universidad y destaca Julio Rodríguez-Villanueva, que fue rector y fundador del instituto que dio origen al actual IBFG donde usted investiga.
–Además de este galardón, don Julio Rodríguez-Villanueva recibió numerosas distinciones, como la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio y el Premio Nacional de Investigación Científica, entre muchas otras. Publicaba en la revista “Nature” desde los años 50 y no solamente fundó el instituto que dio lugar al IBFG, sino que fue decisivo —junto con otras distinguidas personas— en la fundación de la Facultad de Farmacia donde yo estudié y ahora imparto docencia. Puso el listón demasiado alto.
–Ha dicho que su premio era extensivo a todos los que han trabajado con usted, ¿sin trabajo en equipo no hay ciencia?
–Un laboratorio necesita estar formado por un mínimo de personas que comparten la misma ilusión y dedicación, porque las ideas adquieren forma mediante el debate. Por eso, la investigación científica se realiza en equipo y colaborando con otros grupos locales, nacionales e internacionales. Es el conjunto de todo esto y una adecuada financiación lo que permite el progreso de la ciencia.
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–¿Por qué momento diría que pasa la investigación en España?
–En España hay grupos que producen ciencia al máximo nivel, a pesar de la insuficiente financiación pública. Lo que sucede es que son muy pocos los grupos que consiguen la financiación adecuada para ser competitivos. El resto —esto es, la mayoría de los grupos de investigación— están infrafinanciados a pesar de tener un excelente potencial. Es necesario y urgente que el Estado Español incremente la dotación económica para investigación e innovación hasta al menos igualar el promedio de lo que ya dedican los países de la Unión Europea, solo así España podrá contribuir al bienestar de nuestra sociedad realizando el mismo esfuerzo solidario que nuestros vecinos.
–Es profesor y científico, ¿es difícil compaginar ambas facetas o es lo ideal?
–La investigación está íntimamente ligada a la docencia universitaria. En mi opinión, para ser un buen docente es necesario haberle dedicado mucho tiempo a la investigación y contribuido a la generación de conocimiento. Lo ideal es mantener esta situación, aunque admito la dificultad que entraña ser excelente en ambas actividades hoy en día. Esto no quiere decir que un buen científico deba ser también docente, aunque pienso que la Universidad saldría ganando si regularizara la colaboración docente por parte de los científicos que no son plantilla de la Universidad.
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–¿Y qué le parece la división de Ciencia y Universidades en dos ministerios?
–No estoy de acuerdo con que se hayan separado los dos ministerios, dado que dificulta la gestión del concepto de que investigación, innovación y docencia son actividades complementarias.
–No ha perdido el acento canario, pero lleva más de media vida en Salamanca y su Universidad, ¿se puede hacer investigación de excelencia en universidades pequeñas o se sufre más para conseguir la financiación?
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–Independientemente de su tamaño, las universidades que apoyan decididamente la investigación e innovación son las que consiguen mejores resultados en esos ámbitos. Pienso que la Universidad de Salamanca alberga un enorme potencial investigador, a quien apoya cada vez con mayor interés y espero que continúe aumentando en el futuro. En concreto, pienso que se debe potenciar las plataformas de servicios generales y optimizar los recursos y los espacios de los centros de investigación. Mi grupo ha accedido a fondos públicos y privados que nos ha permitido avanzar en nuestro intento de entender mejor cómo se gestiona la energía de nuestro cerebro.
–Sus investigaciones se centran en el estudio de un aspecto muy concreto del sistema nervioso central, ¿está más cerca la cura para enfermedades como el Alzheimer y otras similares? ¿Falta impulso económico para conseguirlo o no depende del dinero encontrar la solución?
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–Encontrar una cura para las enfermedades del sistema nervioso central pasa necesariamente por la investigación científica, y es obvio la necesidad de dotarla de mejores recursos económicos para alcanzar ese objetivo.
–Le han concedido el Premio Castilla y León de Investigación Científica por “la excelencia y calidad de sus publicaciones, que incluyen algunas de las mejores revistas científicas del mundo, las colaboraciones internacionales que ha establecido y su proyección de futuro como embajador de la ciencia de Castilla y León”, según el fallo del jurado.
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–En mi área de investigación, el número de artículos y revistas publicados no es un dato muy relevante, pero sí lo es el alcance científico del contenido de las publicaciones y, por tanto, el grado de contribución al conocimiento que suponen.
–Algunos de esos artículos los firma con Ángeles Almeida, también investigadora del IBFG y su esposa, ¿es difícil conciliar ambas cosas?
–Todo lo contrario. No hubiera alcanzado nada sin la colaboración de Ángeles, tanto a nivel científico como familiar, lo que nos ha permitido dedicarnos a nuestros hijos (Pilar, María y Juan) sin descuidar nuestro trabajo en el laboratorio. Por estos motivos me considero una persona muy afortunada.
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–¿Y sus hijos, siguen sus pasos o ya han tenido demasiada ciencia en casa?
–Siguen sus propios pasos, pero no sé si el motivo es por la ciencia que hay en casa o porque son personas que han seguido sus propios gustos y aficiones. Pilar (arquitecta) y María (periodista) son independientes y trabajan en Madrid. Juan estudia quinto de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Por tanto, ya no vivimos en familia como antes, pero estamos muy unidos.
–¿Cuál es su próximo reto?
–Me gustaría descifrar el mecanismo genético que determina la diversidad metabólica de las células que conforman el sistema nervioso central. Sin embargo, son muchos los proyectos que tenemos en marcha y quiero destacar uno en concreto con el que pretendemos conocer cómo influye el estilo de vida en el metabolismo cerebral y si esto contribuye a nuestra capacidad cognitiva a lo largo de la vida.
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