Ion Aramendi.

Ion Aramendi: “Soy salsero; me lo he pasado bien en la noche salmantina”

“En las despedidas en la tele me pongo muy llorón: soy muy emocional” | “A veces peleo si el vestuario es más arriesgado: no me gusta disfrazarme”

Martes, 6 de julio 2021, 16:50

Ion Aramendi, que acompaña a los espectadores de TVE con “El cazador” y ha presentado “The Dancer”, ha grabado el concurso “La noche de los cazadores”. Llegará a la parrilla televisiva después del verano.

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–Presentar concursos le va como anillo al dedo.

... Siempre que suena cualquier nota musical, me pongo a cantar y a hacer el tonto. Estoy orgulloso de ser el mismo detrás y delante de las cámaras. No soy ningún personaje televisivo: no hay trampa ni cartón, aunque hay que guardar las formas y amplificar la empatía con los concursantes.

–En Salamanca lo dio todo.

–En mi último año de carrera en la Universidad Pontificia trabajaba en LA GACETA, estaba en “Tribuna Universitaria”, jugaba al baloncesto y ponía copas por la noche. Y saqué la carrera con buena nota. Ser camarero durante tres años en la noche de Salamanca me ha enseñado a relacionarme con la gente y ahora con los concursantes, a desenvolveme y tener soltura en el tú a tú.

–¿Y la noche salmantina le confundió?

–Siempre he sido salsero y me lo he pasado bien. La noche me ha confundido hasta cierto punto. Soy muy responsable. Mi padre decía: “Si tienes cojones para salir por la noche, tienes que tener cojones para levantarte e ir a la universidad o a trabajar”. Yo he apechugado siempre.

–Toma mejunjes para la voz.

–Una compañera que se dedicaba al doblaje me hizo una vez un brebaje de agua, limón, miel, tomillo y jenjibre. Los días de grabación tomo traguitos de ese brebaje para hidratarme. La voz es lo que más sufre: yo estoy muchas horas hablando, con elevaciones de tono, con gritos y cantando. La preparación física para mí es muy exigente al grabar tantos programas en tan poco tiempo. Intento cuidarme mucho, no hacer locuras y no tomar alcohol para estar lo mejor posible.

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–Ahora vive de su imagen.

–Hago surf siempre que puedo porque me llena muchísimo. Intento mantenerme en el peso en el que estoy, sano y físicamente bien. Intento cuidarme mucho: en temporadas de grabación llevo una vida muy ermitaña: voy del trabajo a casa, al apartamento de Madrid, con una dieta muy sencilla para acostarme pronto y descansar. Soy muy espartano en mi vida.

“Cuando suena cualquier nota musical me pongo a cantar y hacer el tonto. Soy el mismo delante y detrás de las cámaras. No hay trampa ni cartón”

–¿Su outfit le convence?

–Los estilistas te dan opciones y tú eliges lo que quieres y lo que no quieres. Hay estilistas que son más de arriesgar o que quieren una imagen más moderna. A veces peleo con esas cosas porque soy una persona formal y no me gusta disfrazarme. Estoy muy contento con como me visten en “El cazador”. “The Dancer” era un pelín más arriesgado, al ser para gente más joven.

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–Ese tupé es extraño.

–Para mantener la misma imagen en las grabaciones, que pueden durar dos meses, somos estrictos en lograr un peinado similar. Por eso el peluquero y yo hemos tendido a esa especie de casco.

–¿Algún momento televisivo de “¡Tierra, trágame!”?

–Nada grave. Soy muy emocional y con las despedidas me pongo muy llorón; lo paso peor. He tenido algún invitado que me salió rana: Javier Gurruchaga en ETB se mosqueó mucho con aquel tipo de entrevista. Y alguna contestación de algún famoso cuando estaba en “Sálvame” que te dejaba un poco descolocado. Yo, al final, me río con esas historias. Mal, mal no lo he llegado a pasar nunca. Igual he tenido algún “¡Tierra, trágame!” por equivocarme de personaje o porque te contesten algo chungo, pero eso es parte del oficio.

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–Fue a Australia tras una ruptura sentimental. ¿Por qué era una asignatura pendiente o un lugar alejado para escapar?

–Por todo. Siempre es un sueño infantil irte lejos y ver algo totalmente distinto. Quería también poner distancia de mi vida y empezar de cero en algún sitio. ¿Por qué no en un país de habla inglesa y yéndome solo? La aventura me sirvió para recomponerme, reencontrarme, volver a quererme después de haber pasado una situación anímica y emocional muy fastidiada. La experiencia me ayudó a relativizar todo lo que te pasa en la vida, para ser más fuerte, para quererme más, y estar contento y orgulloso de lo que soy y de lo que hago. Fui a Australia con poca pasta. Pero trabajé de camarero y encargado de restaurante, con domingos de locura poniendo 400 cafés. Ahora tengo amigos de Suecia, Finlandia, Francia, Portugal, Brasil... de todo el mundo.

–De niño quería ser...

–Médico hasta que vi sangre en las series y me horroricé. O jugador profesional de baloncesto, pero hay que tener condiciones. Sí me gustaba fantasear: empecé a escribir cositas con una máquina de escribir, a leer. Cuando ya tuvimos una cámara en casa, cuando yo tenía 13 años, a mi hermano pequeño y a mí nos gustaba grabarnos, contar historietas, hacer como peliculitas. El mundo audiovisual siempre me tiró un poco. No me costaba estar delante de la cámara ni actuar. Nunca soñé con ser actor, pero no tenía vergüenza delante de una cámara.

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–En Twitter cuelga canciones de los tiempos en Pitch&Cols.

–A mí me gusta mucho la música y me encantaría retomar la banda de manera seria. Cuando no teníamos críos, vivimos una etapa de conciertos aquí y allá, pasándolo de cine. Ahora que los niños han crecido y tenemos más libertad, me apetece un montón juntarnos y seguir haciendo nuestro sueño musical.

–¿Qué necesita para ser feliz?

–Lo que más me preocupa es la felicidad de mis hijos y mi mujer. Si ellos son felices, yo soy feliz. Pero tengo tres esferas importantes para mi felicidad: una familiar, otra con mi pareja y otra personal con mis amigos, mi música y mi rollo. Tengo que tener un equilibrio entre las tres. Si solo tuviera vida familiar, o vida de pareja o mi propia vida, no sería feliz.

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