La circulación de fotos o datos privados, la realización de votaciones humillantes, la creación de un perfil falso para intimidar a su víctima, la difusión de rumores ofensivos o desleales o el envío de mensajes amenazantes. Estas son algunas de las formas en las que se manifiesta la que ya es considerada una de las pandemias más silenciosas y letales en nuestro país: el ciberbullying.
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La primera vez que el acoso virtual se empezó a tomar en serio fue en 2004, cuando Jokin Ceberio, un niño de apenas 14 años, se arrojó al vacío desde las murallas de Hondarribia, en Guipúzcoa, tras sufrir acoso en su colegio. A partir de ese momento, la percepción de esta lacra social cambió y centros educativos, especialistas en el ámbito de la psicología y familias comenzaron a coordinarse para intentar frenar el aumento de casos y sus duras consecuencias.
Ante esta batalla, que, a día de hoy, sigue vigente, los profesionales siguen insistiendo en la importancia que tiene la prevención para detectar cuanto antes su incidencia tanto en las clases de los más pequeños como en los juegos en línea que han hecho de la adicción a su consumo todo un estilo de vida.
El hecho de que los jóvenes cada vez pasan más horas en entornos virtuales, convirtiéndose estas pantallas en muchos casos no solo en uno de sus principales lugares de ocio sino también de interacción social siempre termina derivando en un uso inadecuado de internet y en el surgimiento de los síntomas que pueden desvelar una situación tan comprometida como lo es un caso de ciberacoso.
Respecto al momento en el que se llega a conocer el diagnóstico exacto que declara a un menor víctima de ciberbullying, el secretario del Colegio Oficial de Psicología Castilla y León, David Cortejoso, asegura que, para los padres, es muy fácil detectar el momento exacto en el que sus hijos están siendo víctimas de algo, pero que no es fácil averiguar que la situación por la que está pasando es una situación de acoso virtual. “Los menores suelen presentar cambios bruscos de humor, inseguridad o tendencia al aislamiento, pero, en la mayoría de las ocasiones, nunca se llega a saber con certeza que el chico o la chica ha cambiado su forma de ser por estar sufriendo ciberbullying. En lo que sí se deben fijar es en la dependencia, que suele ser más progresiva, aunque también hay casos en los que se pasa de un uso excesivo a un abandono de esa tecnología”, afirma.
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Los primeros pasos que hay que dar ante un caso de acoso virtual nunca deben darse en un ámbito de presión social para la víctima. Así mismo lo asegura David Cortejoso, recalcando que lo primero que hay que hacer es conseguir que el menor se abra con la confianza necesaria para contar todo lo que está sufriendo. Para respaldarle, una vez conocido el caso, resulta trascendental la actuación de los padres, que acto seguido deben realizar capturas de pantalla de los comentarios o acciones ofensivas de las que es víctima su hijo. En esta misma línea, Hilario Garrudo, psicólogo clínico y formador de formadores asegura que “todo queda grabado y registrado”.
“El material que consiguen los padres con estas capturas es vital. Muchos creen que, bajo el anonimato, todo es más fácil porque no va a pasar nada y justo pasa todo lo contrario”, asegura Garrudo, que considera trascendental, además, el tiempo de reacción ante cualquier caso de acoso: “Prevenir estos casos y actuar con rapidez es clave. Tuvo que pasar lo de Jokin para que la sociedad espabilara y todavía hay centros que siguen ocultando esta realidad tan cruda para que su prestigio no sea vea perjudicado. Es preocupante decirlo, pero, a día de hoy, el principal enemigo del ciberacoso es el silencio y, a los acosadores, cualquier diferencia les parece adecuada para meterse con los demás”.
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