Sábado, 20 de noviembre 2021, 18:02
El magistrado del Tribunal Supremo de la Sala Primera de lo Civil, Rafael Sarazá, fue el encargado de clausurar hace unos días el curso ‘Derechos de propiedad intelectual: respuesta civil, penal y administrativa’ donde analizó todos los límites existentes en la actualidad. El pasado mes de mayo fue el redactor de la sentencia en la que se amparaba las críticas que Federico Jiménez Losantos dirigió a la ministra de Igualdad, Irene Montero.
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–¿Cómo se valoran los problemas del ámbito audiovisual con cientos de plataformas (Netflix, Amazon, HBO) generando contenido diariamente?
–Me da la impresión de que esto va muy rápido. Ahora tenemos los problemas del mundo digital y hay una directiva que se ha traspuesto. Y es verdad que los que estamos en el Tribunal Supremo, que por desgracia ya tenemos una edad, tenemos que intentar no perder el ritmo de los tiempos y ser conscientes de las nuevas realidades que hay. De la producción audiovisual, pero también de la literaria de la que se ha pasado en 40 años a un salto cualitativo brutal que crea realidades nuevas a las que nos tenemos que adaptar.
–En este ámbito de la producción audiovisual, las críticas a través de blogs, se mantiene el pulso entre la libertad de creación y la de expresión.
–Incluso con la propiedad intelectual ha habido algún problema con películas que recreaban hechos históricos recientes donde se daba una cierta versión de los hechos que afectaba negativamente a ciertas personas. Ahí había que ver ese conflicto entre la libertad de creación, libertad de expresión y el derecho al honor. Son situaciones donde el equilibrio es inestable, donde hay que no coartar la producción artística y no privar de cualquier protección a personas que, de forma innecesaria o de un modo excesivo y desproporcionado son afectados en sus derechos de personalidad. Más que en el honor, la intimidad. Son temas donde, a veces, es difícil dar criterios generales. Una técnica muy americana es a través de los grupos de casos: cuando hay muchos se pueden inferir ciertas directrices. No se aburre uno porque siempre entran cosas nuevas, e incluso cosas que uno ni se hubiera imaginado y que hay que resolver. A veces pesa ese sentido de la responsabilidad, de que lo que estás diciendo va a tener una eficacia y trascendencia a mucha gente en conflictos nuevos que no es fácil resolver.
–¿Crea jurisprudencia en temas tan recientes y que aún no han alcanzado tanto recorrido?
–Por un lado, si uno se ajusta demasiado a los pormenores del caso lo que dice no sirve para crear criterio. Pero, a la vez en la jurisprudencia se crea derecho sobre casos concretos. No es un legislador que crea en abstracto, o un profesor que da una opinión doctrinal. Creamos doctrina pero resolviendo casos concretos. Ese equilibrio entre lo particular y lo general es difícil. Yo recuerdo siempre una cosa que decía Juan Antonio Siol, que era presidente de la Sala cuando yo llegué: cuando en un caso concreto podía parecer injusto nos decía que no miráramos ese caso, sino los 100 casos que vienen detrás. Pero, nunca hay que olvidar que detrás de los casos hay personas. Ese equilibrio es difícil y la inquietud, incluso moral, que uno siente no se pierde nunca. Es un trabajo donde se sufre trabajando porque te das cuenta de la trascendencia que tiene lo que resuelves para mucha gente. Por ejemplo, un caso anodino pero que se da: el derecho de autor de la obra arquitectónica. Si lo extendemos mucho y cualquier piso lo consideramos una obra protegida, cualquier propietario que quiera hacer una reforma podría verse con problemas. La trascendencia de lo que se decide es mucha y hay que ser muy prudente.
–Usted fue el redactor de la sentencia en la que se absolvía al periodista Jiménez Losantos tras decir entre cosas “tú eres la novia del amo” a la ministra de Igualdad, Irene Montero. ¿Cómo se concilia en este caso la libertad de expresión y la protección del honor?
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–Aquí el tema es las personas que participan. Participamos en la vida pública y yo me incluyo. El día que se me haga una crítica feroz y brutal, pues por desgracia, uno es personaje público. Las personas que participan de la vida pública realmente tienen que soportar unos ataques más fuertes, y a su vez los periodistas, que crean opinión pública, tienen una libertad de expresión reforzada por su papel de “perro guardián de la democracia”, como siempre se ha dicho y es cierto. Aquí había unas críticas muy fuertes porque se decía que esta señora había llegado, donde había llegado, por la relación sentimental que tenía con tal. Las opiniones no son veraces, ni inveraces son opiniones siempre que haya una mínima base fáctica y no se entre en el insulto innecesario. La expresión “tú eres la novia del amo” es muy fuerte, pero es un modo muy fuerte de expresar una idea. Si hubiera dicho: usted ha llegado porque era la novia de Felipe González, sin ninguna base fáctica se trataría de una opinión desprovista de base y en ese caso sería ofensiva y no estaría amparada en la libertad de expresión. Pero con una cierta base fáctica, la opinión por muy cruda que sea hay que respetarla porque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos nos lo ha dicho reiteradamente. Dentro de unos temas que siempre hay una zona gris discutible donde las cosas no son ni blancas, ni negras, ahí entendimos que no se acababa de rebasar el límite, siendo un estilo periodístico muy agresivo, pero que no se acababa de rebasar el límite protegido de la libertad de expresión.
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