Enrique Bunbury, durante su actuación en el festival celebrado en Salamanca en 1986

El año en que Salamanca celebró el Festival de Benidorm

En el verano de 1986, Radiocadena Española trasladó el festival a la Plaza Mayor cambiando su nombre | Ganaron Las Ruedas

Jueves, 2 de febrero 2023, 19:33

Existe una curiosa relación de Salamanca con el viejo Festival de Benidorm, rescatado tras algunos años de olvido con mucho alboroto mediático bajo el nombre más internacional y un poco absurdo de “Benidorm Fest” y como antesala del Festival de Eurovisión.

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Y existe esta relación, ya no sólo porque algún artista salmantino, se prodigase con cierta insistencia tratando de coronarse en el mismo, en una de las épocas más florecientes del certamen, obteniendo incluso en una de sus ediciones la sirenita de plata (segundo puesto) y el premio de la crítica. Nos referimos, concretamente al dúo Mona y Luis, que en 1977 con la canción “Marinero cantor” compuesta por Emilio José y Aniano Alcalde, conseguirían los citados trofeos, además de intentarlo con menos suerte en las ediciones de 1975, 1978 y 1980.

O que algún autor, también de origen salmantino, consiguiese el primer premio para sorpresa de todos, saltando directamente de la página de sucesos de los periódicos de la época en las que era más habitual leer su nombre, a la de espectáculos y cultura. Nos referimos en este caso, como supongo que ya imaginarán, a Eleuterio Sánchez “El Lute”, nuestro célebre paisano nacido en el Barrio Pizarrales, que en la edición de 1980, y todavía con la condena de libertad condicional atada a los tobillos, barriese entre las puntuaciones del jurado con una canción basada en su poema “Quisiera”, cantada y musicalizada por el cantante argentino Jerónimo, un intérprete ahora asentado en Medellín, pero que por entonces vivía en nuestro país.

Y es que en el verano de 1986, el Festival de Benidorm mudaría puntualmente de nombre, presentándose como el XXVI Festival de Radiocadena y de sede, colocando su escenario directamente en la Plaza Mayor de Salamanca, abandonando de esta manera la ciudad costera y turística por excelencia que lo creó y le dio su máximo esplendor durante un par de décadas. Fue, eso sí, en una única y controvertida edición, retransmitida por el segundo canal de Televisión Española. Lo recordamos.

El nuevo pop español

Era un tiempo en que nuestro país venía sufriendo un profundo cambio político, social y cultural, que en la escena musical se había manifestado retirando de la circulación a buena parte de los intérpretes de canción ligera romántica que hasta entonces había constituido nuestra banda sonora habitual y que desde la creación del festival, en 1959, también monopolizaba el estilo de un certamen nacido a semejanza del italiano Festival de San Remo, en el que cada año se batían en duelo los más destacados cantantes ligeros del país transalpino.

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Julio Iglesias o Raphael, eran nada menos que algunos de los intérpretes que el Festival de Benidorm había lanzado al estrellato, dos seres que el tiempo ha ido convirtiendo en legendarios y hasta mitológicos, pero que por entonces representaban todo lo que con el advenimiento del pop y el rock de la nueva ola ochentera parecía definitivamente caduco. Desde sus distintas trincheras mediáticas, los más reputados críticos del momento y las radiofórmulas más escuchadas habían unido fuerzas para jubilar a nuestros más conocidos cantantes melódicos surgidos en los sesenta y setenta o al menos desterrarlos a territorios de ultramar donde no dieran tanta guerra y donde aún parece que podrían sobrevivir con el latido de los corazones más apasionados de los países de habla hispana, bastante más adictos que nosotros, por esa época, al dulce almíbar y la pasión arrebatada que propagaba la canción romántica.

Fue precisamente este caldo de cultivo tan predispuesto para la música más moderna del momento y de tan dificultosa existencia para la supervivencia de la fauna melódica, la que había liquidado un par de años antes el viejo Festival de Benidorm contagiado de la misma decadencia de la propia ciudad alicantina, que poco a poco había ido dejando también de ser el paraíso de libertad y sombrilla de playas que tanto soñaban los españolitos durante los largos meses de fatiguita laboral o académica.

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En 1985, distintos facultativos habían tratado de practicarle al festival el boca a boca que le procurase una digna resurrección y de ello formaba parte esta nueva apariencia que centraba su atención en el nuevo pop-rock con sus peculiares y particulares movidas. Ahora Radiocadena Española, la emisora que poseía todos los derechos de la organización y transmisión del festival, heredados de la vieja Red de Emisoras del Movimiento, elegía a Salamanca como la sede ideal para la celebración del mismo. Aunque como Madrid, tampoco aquí teníamos playa como cantaban con chulería Los Refrescos, nuestra ciudad parecía representar ese espíritu juvenil, inquieto, moderno que las migrantes tropas de estudiantes matriculados en nuestra universidad esparcían por todo el territorio, lo que nos daba cierta ventaja para tratar de reiniciar una nueva etapa que renovase y diese impulso a la criatura.

Y aunque finalmente no se dieron las circunstancias también Salamanca estuvo en la mente de la organización para seguir siendo la sede definitiva del festival. De hecho así se lo contaba el propio director del festival Germán Losada a la periodista Encarna San Gabriel en una entrevista celebrada esos días: “Salamanca puede ser el punto definitivo si la ciudad y las instituciones apoyan como ahora. Y creo que a partir de este momento, el Festival no solo puede seguir en Salamanca sino que puede encontrar identidad más clara, para convertirse en el Gran Festival del pop español con una proyección internacional”.

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El Nuevo Pop Español, fue el nombre elegido para un evento al que la diputación y el ayuntamiento, entonces en manos del PSOE (Jesús Málaga había ganado en 1983 las elecciones a alcalde con mayoría absoluta), se sumaron encantadísimos de la vida. Los 500 grupos inscritos vinieron a demostrar el interés por participar y el buen estado de salud del pop rock español de la época, un periodo en el que debajo de cualquier piedra que conformará el pavimiento de nuestras ciudades había un grupito de adolescentes haciendo mucho ruido y soñando con convertirse en los nuevos reyes del mambo musical.

Entre los 29 grupos seleccionados en las semifinales celebradas en las distintas comunidades autónomas, además de los salmantinos Baden Bah (todavía hoy supervivientes aunque con una formación distinta), figuraban entre los elegidos bandas como Los Automáticos, Bromea o qué, Tiernos Mancebos, La Granja, Héroes del Silencio, El Enano Copulador, Tomato, Noviembre Rojo, Las Ruedas o Misión Imposible.

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Radiocadena Española emitiría durante los días previos al Festival, el programa “Destino Salamanca”, en el que irían sonando una a una las maquetas de estos 29 grupos de las que se irían cribando las mejores propuestas hasta elegir un total de 8 que finalmente pasarían a la final.

Circulo Vicioso, el grupo sevillano que había conseguido el primer premio el año anterior actuaría el día 11 junto a los ocho semifinalistas en la Plaza Mayor de Salamanca; los consagrados Nacha Pop lo harían al día siguiente y nada menos que la banda británica liderada por el gran Mark Hollis, Talk Talk lo haría el 13 de septiembre, día de la gran finalísima.

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Los más viejos y memoriosos del lugar seguramente recordarán que esta última gala estuvo presentada por Antonio Fernández y Concha García Campoy, que sería retransmitido por la segunda cadena de TVE y que el eminente pero un tanto despistado jurado integrado por algún reconocidos crítico llegado de la capital más representantes de Radiocadena y de las instituciones salmantinas, concederían el primer premio a la banda madrileña Las Ruedas, ante las protestas y los gritos airados de “tongo, tongo” que entonaba el público que asistió a la velada, mucho más despierto y desde luego, con mejor criterio, como el tiempo se encargaría de demostrar, que apostaba por otorgarle el premio a los Héroes del Silencio liderados por un jovencísimo Enrique Bunbury. Un millón de pesetas y la grabación de un disco sería el premio a los ganadores, además de una estatuilla esculpida por el salmantino Luciano Hernández.

Los murcianos Tomato y los también madrileños Misión Imposible, ocuparían el segundo y el tercer puesto a los que se les entregaría medio millón y 250.000 pesetas respectivamente. Pero qué se le va a hacer. En esta vida, no siempre ganan los mejores.

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