Javier Ramos haciendo videollamada con su familia en un descanso FOTOS: L.G.

El ‘ángel’ salmantino en furgoneta que ha ayudado a siete refugiados ucranianos a huir del terror

Javier Ramos ha recorrido 3.000 kilómetros hasta la frontera de Ucrania para rescatar a tres madres y cuatro niños

Miércoles, 16 de marzo 2022, 13:31

Durante muchos años de su vida vivió para y por sus empresas, pero no hace mucho tiempo que la crisis económica le obligó a cerrar sus negocios. Por eso, cuando se desató la invasión de Ucrania, el salmantino Javier Ramos pensó que disponía de algo de lo que carece muchísima gente: tiempo. Así, a sus 57 años y después de ponerse en contacto con los ucranianos que viven en Salamanca para ver cómo podía ayudar, decidió subirse a su “Merche”, como cariñosamente llama a su furgoneta”, y emprender el viaje a la frontera de Ucrania con Polonia en busca de refugiados. Un recorrido largo y cansado que, pese a los momentos de tensión vividos y los férreos controles superados, ha merecido la pena al lograr llenar las siete plazas de su vehículo con víctimas a las que no le ha quedado más remedio que dejar su país atrás para huir del conflicto.

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Su hija Eva Ramos cuenta cómo surgió la idea. “Mi padre y mi madre vienen de familia de guardias civiles y militares y cuando mi padre era un niño vivió cómo mi abuelo tuvo que acudir a determinados conflictos. Cuando se desató la guerra en Ucrania eso les tocó la fibra”, apunta. “Además mi padre ha sido siempre muy de colaborar. En lo peor de la pandemia se recorrió toda Salamanca llevando por residencias y hospitales pantallas protectoras”.

Así, el lunes día 7 decidió compartir en un grupo de amigos del motor que tiene desde hace años lo que pretendía hacer y la oleada de solidaridad que recibió fue abrumadora. “Él dijo que el viaje lo iba a hacer igualmente recaudara dinero o no pero que si alguien podía poner su granito de arena, en la medida que pudiera para costear la gasolina y los peajes, pues mucho mejor. Y la verdad es que la gente se volcó”, relata su hija. De hecho, gracias al respaldo recibido, Javier Ramos no solo ha logrado donaciones económicas. “Hay incluso una persona que ha cedido su piso para que una familia pueda quedarse en Salamanca”.

Pero lo cierto es que pese a las ganas y la ilusión, Javier Ramos no tenía ni idea de qué ruta seguir ni cómo llegar hasta la frontera polaca con su furgoneta, algo que también ha logrado sortear. Le facilitaron un contacto de personas que tenían su misma intención y así se formó un pintoresco convoy cargado de esperanza. “El jueves día 10 salieron desde Benavente cinco furgonetas (tres zamoranas en las que viajaban un grupo de bomberos voluntarios acostumbrados a acudir a conflictos armados, mi padre y dos gallegos) y un tráiler con dos personas que habitualmente hacen viajes internacionales”, relata la joven.

Pero no fueron con las manos vacías y aprovechando el espacio que tenían en los vehículos en la ida llevaron toneladas de comida, medicamentos y ropa que desde Salamanca y Zamora se habían donado para la causa. “La furgoneta de mi padre iba cargada hasta más no poder. A lo largo del camino han estado durmiendo en hoteles pero para comer no han parado en restaurantes ni nada porque el objetivo era gastar lo menos posible y llegar cuanto antes. Han comido productos que llevaban de aquí. Un chico por ejemplo les dio un montón de paquetes de jamón de Guijuelo envasados al vacío y de eso se han alimentado prácticamente todos los días”, indica Eva.

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Tras recorrer cerca de 3.000 kilómetros, pisaron su destino el sábado. “Llegamos a una primera frontera donde había muchísimos coches esperando para recoger a gente, pero ahí no pudimos descargar porque nos dijeron que era peligroso y se había hecho de noche”, cuenta el propio Javier en un audio de WhatsApp. Finalmente el domingo pudieron llevar la mercancía, mucha de la cual fue a parar precisamente al hospital materno infantil de Mariupol bombardeado días atrás. “La verdad es que el domingo fue el peor día. Lo pasamos mal porque les ofrecieron pasar por los corredores humanitarios para llevar las donaciones pero nadie les aseguraba que no les bombardearan. Finalmente lo hicieron unos cuantos de los bomberos, pero mi padre no porque así nos lo había prometido”, explica aliviada Eva.

De la experiencia, sin duda lo más reconfortante fue recoger a los refugiados. “Los ucranianos que viven en Salamanca fueron los que nos pusieron en contacto con las personas que estaban allí y les indicaron los diferentes puntos de la frontera en los que estaban. Pudieron encontrarlos y aunque fallaron algunos finalmente la furgoneta va a regresar con todas las plazas completas”.

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Está previsto que sea este miércoles cuando Javier llegue a Salamanca. Lo hará con siete personas a las que nunca olvidará y con las que quiere mantener el contacto de por vida. Se trata de una madre y dos niñas que se quedarán a vivir en la capital del Tormes en el piso cedido por un particular, otra familia a la que sus compatriotas le buscarán alojamiento en Salamanca y otras dos personas que tienen pensado acabar en Valencia, pues ya tienen allí una hermana.

Pese al cansancio, sus caras de felicidad lo dicen todo y la ilusión con la que afrontan esta oportunidad, pese a dejar atrás todas sus raíces, ha llevado a Javier Ramos a tomar una decisión: no será el único viaje que haga en busca de ucranianos.

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