Domingo, 2 de febrero 2020, 17:33
Llegar a los cien años es todo un privilegio, y más si los recuerdos de toda una vida se conservan intactos. Miguel Cruz Hernández, afincado en Madrid, ha podido celebrar con toda su familia esta formidable efeméride y repasar un siglo de una intensa autobiografía muy ligada a Salamanca, a la ciudad y la Universidad.
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Nacido en Málaga, el destino le llevó en el año 1950 hasta la ciudad charra como catedrático de las facultades de Filosofía y Letras y de Medicina, compaginando durante casi cuatro años su actividad académica con el cargo de alcalde. “En Salamanca he pasado muchos años y diría que seguramente los mejores de mi vida”, asegura.
Cruz Hernández ejerció como catedrático de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras, y también como docente de Psicología en la Facultad de Medicina. Además, fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras durante dos años. “Nos íbamos turnando porque entonces había muchos problemas y había que tomar importantes decisiones al tiempo que dábamos clase y atendíamos a los alumnos”. Indica que todo el equipo que estuvo con él ya está jubilado, “lo que pone de manifiesto la edad que tengo” comenta entre risas.
Si hace un par de años la Universidad de Salamanca vivió un hecho excepcional con la celebración del Octavo Centenario, Miguel Cruz puede presumir de ser uno de los pocos con vida que disfrutó de la celebración en el año 1954 del VII Centenario promovido por el rector Antonio Tovar, “un hombre muy interesado en Salamanca, interés que le contagió al ministro Joaquín Ruiz Giménez y los actos fueron magníficos”, recuerda. Aclara que la “fecha real” del centenario fue 1918, “pero entonces no se pudo festejar por la Primera Guerra Mundial, y después por el estallido de la Guerra Civil”.
En relación a sus alumnos, los describe cómo estudiantes “muy trabajadores” que se adaptaron a su metodología, “porque desde el primer día les advertí que les examinaría de lo que yo explicaba en clase”. Y un hecho destacado: dio la primera matrícula de honor en Psicología a una mujer. “En general tuve alumnos muy buenos”, advierte.
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Facultad de Filosofía. En la Universidad de Salamanca se le recuerda por haber sido la persona que puso las condiciones para la creación de la actual Facultad de Filosofía a mediados de la década de los 70, siendo dierctor de tesis de las primeras plantillas de profesorado que tuvo dicho centro, teniendo un papel fundamental en la implantación de la enseñanza de la Filosofía y también promocionó las secciones de Pedagogía y Psicología.
Además, fue rector del Colegio Mayor Hernán Cortés, entonces en la Gran Vía, y subdirector del Instituto Hispano Árabe de Cultura.
Cumplimiento de ordenanza urbana. Como alcalde desde 1959 hasta 1962, explica que la primera medida que tomó fue pedir que se cumpliera la ordenanza urbana “porque se habían construido edificios con más altura de la legal”. Comenta que, a pesar de sus antecedentes políticos, “mi padre y yo fuimos republicanos”, Manuel Fraga le convenció para tomar posesión del cargo de primer edil. “Salamanca era una ciudad muy tranquila, con unos monumentos mejor conservados que otros, por lo que se realizaron obras de mejora”. Es el caso del Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca y el palacio que acoge el Centro Cultural Hispano-Japonés. Su mano también fue importante para que se pensara construir el actual edificio de Correos en la Gran Vía.
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Recuerda que en aquella época “estaba más en boga la ganadería brava, y la aristocracia de Salamanca eran los ganaderos de reses bravas”.
Puso fin a su etapa en Salamanca en 1975 al incorporarse a la Universidad Autónoma de Madrid sobresaliendo como gran islamista. Explica que se licenció en Granada y su doctorado lo realizó sobre Avicena. “Entonces, cuando un catedrático destacaba en algo se marchaba a Madrid o Barcelona. Yo opté por Madrid donde me ofrecieron la cátedra de Pensamiento Islámico, faceta por la que a mi más se me conocía”. En sus múltiples viajes conoció a Gadafi y a Sadam Husein. Cuenta como anécdota que durante la celebración de un congreso, Huseín le concedió el privilegio de acceder a la ciudad santa de Kerbala, donde está enterrado el nieto pequeño del profeta Mahoma. “Es algo que era, y es, muy difícil de conseguir para los occidentales”, incide.
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Puesta en marcha del Premio Cervantes. Nombrado director general de Cultura Popular y presidente del Instituto Nacional del Libro Español, algunos de sus cargos más relevantes a nivel nacional, Cruz Hernández tuvo el honor de poner en marcha en el año 1976 el premio más importante de las letras castellanas: el “Premio Cervantes”. Fue él mismo el encargado de entregarlo al primer premiado, Jorge Guillén. “La decisión fue complicaba porque queríamos un autor español, ya que si se nombraba a un hispanoamericano se podría pensar que no habíamos querido comprometernos con el nombramiento, además preferíamos a alguien de la generación del 27, y que no estuviera significado como era el caso de Dámaso Alonso, entonces presidente de la Real Academia de la Lengua”. Sobre la evolución del galardón, agradece que se conserve la esencia del premio. “Está muy bien, se ha premiado a personas importantes, independientemente de que lógicamente siempre habrá un debate sobre el nombre a designar”.
Casado y padre de 8 hijos, disfruta con su mujer de tranquilos días entre paseos, escuchando los informativos y conversando con sus familiares. “Estoy ciego y no puedo leer, algo que lamento porque durante mi vida he leído y estudiado mucho”. Valorando cien años de la historia de España, ve un país “completamente transformado. Se produjeron cambios durante la dictadura de Franco, y otros han tenido lugar en los reinados de Juan Carlos y su hijo Felipe”. No duda en afirmar que España a nivel político “se encuentra en un momento difícil por las tendencias independentistas”.
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