En una tarde calurosa del mes de julio, miles de salmantinos salieron a la calle un 11 de julio de 1997 para solicitar a ETA la libertad del joven concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco Garrido. Hasta 8.000 personas se concentraron en la Plaza Mayor con la presencia de todas las autoridades e instituciones de la ciudad con lazos azules en la solapa, el símbolo para exigir el fin de la barbarie etarra.
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Mientras en la sede del PP, jóvenes de todas las ideologías y movimientos asociativos de Salamanca se encerraban durante 24 horas. Había representantes del Consejo de la Juventud de Salamanca, de Nuevas Generaciones, de Juventudes Socialistas y de Juventudes Comunistas. El encierro comenzó a las cuatro de la tarde del sábado y duraría hasta la misma hora del domingo, hora fijada por ETA para asesinar al concejal de Ermua si el Gobierno no accedía a agrupar a sus presos en las cárceles del País Vasco.
Tras seguir con el alma en vilo durante todas las 24 horas, la sociedad salmantina recibió al igual que toda la española como propios los dos tiros con los que los etarras asesinaron a Blanco. Los salmantinos volvieron a salir a la calle de forma masiva.
A las nueve de la noche comenzó una concentración frente a las velas que, en forma de lazo azul, se encontraban colocadas frente al Ayuntamiento. Una gran pancarta con el lema “¿Y mañana qué? expresaba la indignación de las 2.500 personas que acudieron a la protesta para poner de manifiesto su profunda indignación ante la salvajada de la banda terrorista.
La gran manifestación se celebró la noche del domingo y contó con la participación de más de 15.000 personas convocadas por el Ayuntamiento en la Plaza Mayor. Las campanas doblaron en señal de duelo durante cinco minutos, en los que los miles de salmantinos guardaron un respetuoso silencio que acabó en un caluroso aplauso. Buena parte de los asistentes que, hasta entonces habían contenido su rabia e indignación, profirieron gritos en contra de la banda terrorista ETA e incluso las voces a favor de la pena de muerte para los asesinos de Miguel Ángel Blanco. El Ayuntamiento declaraba tres días de luto por el asesinato del joven concejal de Ermua.
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El asesinato de Blanco conmocionó a toda la sociedad salmantina y de forma especial a la política, aunque se trataba de trasladar un mensaje de serenidad frente a la barbarie. Así, defendía luchar contra ETA “con todas las medidas de las que dotaba el Estado de Derecho”, defendía el entonces primer edil, Julián Lanzarote.
Dieciocho años después, la hermana de Miguel Ángel Blanco, Mari Mar, presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo pedía en Salamanca la disolución y la entrega de armas de la banda terrorista. “No podemos permitir que consigan los objetivos por los que causaron tanto dolor”.
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