Viernes, 12 de febrero 2021, 11:31
El tren siempre ha sido sinónimo de progreso y hay dos barrios salmantinos como Garrido y Puente Ladrillo que vivieron ese desarrollo gracias a la presencia de la estación de ferrocarril en la calzada de Medina.
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Salamanca estrenó su estación de tren en agosto de ... 1877 coincidiendo con la finalización de la construcción de su primera línea férrea que conectaba con Medina del Campo. La llegada del primer tren a Salamanca desde Medina, que tuvo lugar en un acto de gala con presencia del rey Alfonso XII, puso fin a un cuarto de siglo de esfuerzos pero también de discusiones (a los políticos salmantinos les costó nueve años decidir si la conexión sería por Medina o por Arévalo) y de retrasos. La construcción de la estación de Salamanca, junto con las de Moriscos, Gomecello, El Pedroso, La Carolina y Cantalapiedra, fueron adjudicadas al conocido industrial Anselmo Pérez Moneo que emprendió las obras, con el ingeniero Pelayo Clairac al frente, a finales de febrero de 1877 y las concluyó en apenas seis meses, a tiempo para la inauguración de la línea. Esa estación inicial sufrió una ampliación por orden de Dámaso Pérez de Isla, director del ferrocarril a inicios del siglo XX, motivada por el aumento de viajeros tras la inauguración de las líneas Salamanca-Fuentes de Oñoro (1886); Plasencia-Astorga (1894) que pasaba por Salamanca y Ávila-Salamanca (1894). A punto de concluir el siglo XIX, una docena de trenes partían a diario desde Salamanca.
Fue en 1970, estando de director de Renfe Salvador Sánchez-Terán (exministro de Adolfo Suárez vinculado a Salamanca y que años después fue presidente del Consejo Social de la Universidad de Salamanca), cuando él impulsa la construcción de una nueva estación en Salamanca y también en Ciudad Rodrigo, con la consiguiente demolición de las antiguas. Se añadió entonces la señalización mecánica en los trazados ferroviarios y se modernizó todo de acuerdo a los nuevos tiempos, ya que aunque todavía circulaban locomotoras de vapor, el diésel se abría paso.
Antes, en los años 50, el paseo de la Estación comienza a coger forma. Denominada también avenida de Canals y después del General Mola, en el paseo de la Estación se construyeron en los años 50 los bloques de edificios para los ferroviarios, aún existentes, y numerosas casas de planta baja o dos plantas ya desaparecidas, algo más modestas que el Palacete ahora abandonado que aún sobrevive en dicha avenida.
Tanto en el paseo de la Estación, desde el cruce con la avenida de Portugal por donde aún operaba la antigua vía que comunicaba con Portugal, como hacia Calzada de Medina se contaban numerosas fábricas: de hielo, de cerveza, de velas y jabones, de fideos, de galletas, de gaseosa, de chocolates, de golosinas... que aprovechaban su cercanía con el tren para la distribución de la mercancía. El empresario Gregorio Mirat, con su fábrica inicial de almidones, fue el primero en promover una conexión de su negocio con el ferrocarril a través de la construcción de un cargadero que se autorizó en 1915.
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Entre los años 1940 y 1980, la actividad industrial y comercial en el paseo de la Estación y Calzada de Medina fue tan intensa como heterogénea. En septiembre de 2019 la demolición del edificio que albergó Chocolates Santa Juliana puso fin a uno de los últimos vestigios de aquel relevante polígono.
Javier Molina, jefe de distrito de vías y obras de Adif en Salamanca, con 40 años de trabajo en Adif y Renfe, hijo y nieto de ferroviarios en Salamanca, aún recuerda bien el callejón existente en la actual calle Río Miño, junto a los Cipreses, donde se ubicaba la fábrica de Chocolates Coca y la planta embotelladora de gaseosas La Casera donde a través de sus grandes cristaleras los niños del barrio contemplaban absortos todo el proceso industrial. Las gomas y tapones de las botellas servían para rellenar los baches de aquellas calles de Garrido. Molina también recuerda cómo la calle Filipinas, donde hoy se ubica el instituto Venancio Blanco, se convirtió en el barrio de los ferroviarios donde iban construyendo sus pequeñas viviendas de forma anárquica.
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Al otro lado, la actual Casa de la Juventud de Garrido era el cuartel de los zapadores ferroviarios cuya garita aún se conserva. Por entonces, pasar por el Ejército era la manera de acceder a trabajar en la Renfe.
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