Once de la mañana en la Oficina Meteorológica de la Base Aérea de Matacán. El frío y soleado día de otoño amenaza con estropearse en las próximas horas. Los mapas que en las pantallas muestran las imágenes combinadas del radar y los satélites anuncian la llegada un frente de lluvias para esta tarde. De pronto, un aviso de alarma resuena en la sala. “Es hora de hacer un mensaje”, dice una voz femenina grabada. El técnico observador de guardia ha de registrar en un parte -el METAR- las mediciones que indican en ese momento los distintos sensores desplegados por Matacán: visibilidad, nubosidad, temperatura, velocidad del viento y presión atmosférica. Este parte se envía cada media hora a la sede central de AEMET y a la torre de control del aeropuerto. Es el latido continuo del trabajo de la Oficina Meteorológica, una labor de vigilancia que no cesa en una misión mucho más amplia y compleja.
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Un equipo de cinco observadores bajo la supervisión de la directora de la Oficina se turnan en la labor de registrar los datos meteorológicos. El primer técnico en llegar a las instalaciones de Matacán lo hace a las 7 de la mañana y él último cierra la puerta a las 11 de la noche. ”Es importante que el horario esté coordinado en todo el mundo para hacer las observaciones y desarrollar los modelos de predicción. Por eso todos hacen las observaciones principales a las mismas horas”, explica Juan Pablo Alvarez, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología en Castilla y León. Estas horas son las 0:00 horas, las 6:00, las 12:00 y las 18:00 h. horario UTC, una hora más en el horario de invierno español. De madrugada, los informes METAR se emiten de forma automática.
Además, cada tres horas la Oficina de Salamanca envía a Madrid un informe semiautomatizado de información sinóptica que sirve para realizar las predicciones nacionales, y cuando es necesario en momentos de tiempo cambiante, se emiten partes especiales con las novedades significativas, caso de tormenta, precipitaciones, rayos, vientos fuertes, heladas, etc. que también se comunican al aeropuerto ya que pueden condicionar los despegues y aterrizajes.
Una red de 14 estaciones meteorológicas automáticas repartidas por toda la provincia ayudan a vigilar las condiciones metorológicas que se siguen con el satélite y el radar y permiten realizar una predicción más exacta a corto plazo. El origen de la meteorología está vinculado a la aviación, lo que explica que muchas estaciones estén situadas en bases aéreas, como ocurre, además de en Salamanca, en Valladolid (Villanubla) y León (Virgen del Camino).”Son las mejores ubicaciones, porque siempre van a estar en el mismo sitio y no hay riesgo de que se levanten nuevas edificaciones cercanas que alteren las mediciones”, apunta Juan Pablo Álvarez.
MEDICIÓN. En la cabecera de la pista de Matacán, un grupo de sensores miden distintas variables que se utilizan para la aeronáutica, la climatología y la observación sinóptica, es decir, predicción del tiempo y climatología. El Sistema de Información Meteorológica de Superficie (SIMAS) registra estas observaciones sinópticas. Por su parte, el Sistema Integrado Meteorológico (SIM) emite la información necesaria para los partes aeronáuticos que toman en consideración cada día los vuelos de la base militar.
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En lo alto de un poste de 10 metros de altura, como establece la normativa, corona la estación SIMAS una veleta y un anemómetro, que marcan la dirección y la intensidad del viento. Al pie de este poste, los equipos cuentan con sensores de humedad y de temperatura. En estos, el antiguo mercurio, que en 2020 desaparecerá de nuestras vidas, ha dejado paso a resistencias de platino sensibles a los cambios de temperatura. A un lado, un sensor de insolación mide las horas de sol en una jornada. Sobre otro eje elevado, sensores de visibilidad miden mediante un rayo laser infrarrojo la turbiedad del aire en un área de dos kilómetros, una información esencial para los aviones. Al lado hay un sensor de luminosidad. La estación cuenta también con sensores de tiempo presente que identifica el tipo de precipitación (agua, nieve, granizo...).
Pero aún hay más. Además de las estaciones junto a la cabecera de pista, en la azotea de la oficina de AEMET en Salamanca se encuentran los equipos de radiación, una instalación singular. “En España es uno de los pocos equipos que existen, junto a los que hay en León, Ponferrada, Valladolid y Soria”, dice Juan Pablo Álvarez. “Estos equipos llegaron de la Universidad de Salamanca, donde se instalaron hace años por un convenio de la institución con el antiguo Instituto Nacional de Meteorología”.
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La estación reúne varios instrumentos meteorológicos que miden la radiación según distintos criterios. El pirheliómetro mide la radiación solar directa, y el fotómetro solar, la radiación solar directa en bandas espectrales. El piranómetro registra la radiación solar global, la difusa —el sensor queda ‘eclipsado’ por unas pequeñas esferas negras para medir la radiación difundida por la nubes, el polvo o los aerosoles— y la reflejada por la tierra. Este peculiar instrumento realiza sus mediciones mientras gira muy lentamente acompañando el movimiento del astro rey.
Los equipos de radiación de Matacán cuentan también con un pirgeómetro, que se ocupa de medir la radiación de onda larga descendente y ascendente. Como interesante reliquia ya fuera de uso oficial, un pequeño heliógrafo anterior a la era de la electrónica muestra cómo se medía en tiempos las horas de sol. Una lupa en forma de esfera situada sobre una estructura metálica curvada concentraba los rayos de sol e iba quemando una banda con el movimiento de la estrella. “La precisión de todos estos instrumentos debe de ser periódicamente calibrada de acuerdo con el patrón absoluto que se encuentra en Davos (Suiza). Es muy importante que todos midan igual”, señala el director regional de AEMET. “También estamos certificados por AENOR y tenemos que cumplir unas medidas de calidad tanto aeronáuticas como climatológicas”.
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Todos los datos meteorológicos recogidos en los sensores de cabecera de pista se reciben en una unidad central situada en la Oficina de AEMET. Debajo de las pantallas aún se ven los antiguos equipos de impresión que imprimían en papel los datos hasta hace una década. “Los equipos están duplicados por si falla uno y realizamos habitualmente copias de seguridad”, apunta Yolanda Rodríguez, directora de la Oficina de AEMET en la Base de Matacán.
Si la misión de los observadores es registrar los datos en tiempo presente, el cometido de la directora es realizar la predicción a corto y largo plazo. Para ello se basa en la información que se recibe por satélite y por el radar meteorológico situado en Autilla del Pino (Palencia). Analizando la evolución de los frentes en los diferentes niveles de altura y basandose en los modelos existentes elaborados en función de las probabilidades, cada mañana elabora un informe de previsión meteorológica que transmite a las escuelas de pilotos radicadas en la base para sean tenidos en cuenta en sus actividades.
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Entre la creciente tecnificación de la meteorología, Yolanda Rodríguez subraya la importancia de la labor humana interpretando los datos que aportan los aparatos y las previsiones elaboradas por los modelos. “Los modelos son ecuaciones difíciles de resolver. A menudo hay que predecir por métodos aproximados. Por supuesto que la meteorología no es una ciencia exacta: gracias a eso tiene sentido nuestro trabajo. Esta misma semana —apunta—he estado cambiando la predicción varias veces ”.
Los problemas se acentúan cuando llega una gota fría, hoy denominada DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos). Resulta complicado predecir con exactitud hasta donde afectará exactamente la lluvia torrencial. “Una vez los modelos indicaban que una gota que venía se encaminaría hacia Cáceres y en lugar de eso subió a Salamanca y cayó una tormenta tremenda por la noche. Fue la única vez que en los ocho años que llevo aquí que un embolsamiento fue en una dirección distinta a la que marcan los modelos”. Juan Pablo Álvarez entra al quite con un símil futbolero: “¿Cuál se suele decir que es el mejor árbitro? El que pasa inadvertido. Pues en esto pasa lo mismo: aciertas y no pasa nada, pero al primer fallo que tengas te crucifican”.
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La AEMET cuenta con una red de colaboradores en los pueblos que realizan diariamente las lecturas en las estaciones desplegadas por el territorio provincial y que miden la cantidad de lluvia caída y algunos la temperatura, además de observar si cae nieve o granizo, si hay escarcha o granizo y al dirección del viento. Además de Matacán, están situadas en Bañobárez, Barbadillo, Boadilla-La Fuente de San Esteban, Base de El Bodón, El Maíllo, Ledesma, Navasfrias, Pedraza de Alba, Pedrosillo de los Aires, Salamanca, Villarino, Saelices, estación de La Covatilla y Vitigudino. Estas tres últimas están automatizadas y ofrecen muchas más mediciones útiles.
A los expertos les gusta desmontar tópicos. “A menudo se dice que Navasfrias es el pueblo más lluvioso de la provincia, pero probablemente donde más llueva sea en las Arribes. Así lo refleja el radar. Lo que pasa es que en Navasfrías tenemos las mediciones de la estación”, señala Juan Pablo Álvarez. “En cambio creo que sí que se puede decir —tercia Yolanda Rodríguez— es que la meteorología está relacionada con la salud, con la gente a la que le duele la rodilla cuando va a llover, o la influencia de los ciertos vientos asociados a altas temperaturas en algunos trastornos mentales”.
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El invierno pinta más cálido de lo que debería y poco lluvioso, según las predicciones de AEMET. “Pero los modelos que pretenden predecir el tiempo para toda una estación fallan mucho —dice el director regional—. Lo sé porque yo hago las predicciones y luego compruebo que la estación no se comporta como había previsto”.
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