Fotografías | UNIDAD INGENIEROS REI 11 EN LA ANTÁRTIDA

Así es la vida de los militares de Salamanca de misión en la Antártida

Viaje “tranquilo” en el Hespérides, trabajo a cero grados con ventiscas y Nochebuena con cena extremeña

Martes, 31 de diciembre 2019, 11:21

Son las nueve de la mañana en isla Decepción, en la Antártida (cuatro horas menos que en España). Al otro lado del teléfono, el teniente Mario Garzón, acaba de concluir el desayuno con sus compañeros, otros seis ingenieros del Regimiento de Salamanca, y busca un calendario para relatar a este periódico los primeros días de la unidad en esta misión tan especial. “Es fácil perder la noción del tiempo —confiesa Garzón—, y más en un lugar donde el sol sólo se esconde una hora al día”. Es el único momento de penumbra que irá en aumento según avancen las semanas. “Cuesta acostumbrarse. Te despiertas a mitad de la noche y como es de día te dan ganas de ponerte en pie”, relata el teniente, al frente de la unidad de Salamanca que partió el día 11 de diciembre de Salamanca y que tardó once días en llegar a su destino: la Base Antártica “Gabriel de Castilla”.

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Fue en Punta Arenas (Chile) donde embarcaron en el buque oceanográfico español “Hespérides”, “un barco cómodo”, y atravesaron el temido Paso Drake, inusualmente tranquilo en esta ocasión, con olas de sólo dos metros que poco tienen que ver con las de más de diez metros que complican la navegación habitualmente. En el trayecto de cuatro días en el mar, los ingenieros colaboraron en la búsqueda de los restos del avión militar chileno hundido en un accidente, aunque sin éxito. “Vimos un pequeño objeto pero es complejo encontrar algo en el mar porque la zona de intervención era muy amplia y era un día con niebla”, cuenta el teniente del Regimiento de Ingenieros, que menciona uno de los momentos más emocionantes de su experiencia. “El momento más bonito fue en el ‘Hespérides’ cuando avistamos tierra antártica. Fue un día espectacular porque pocas veces se puede ver la Antártida sin nada de niebla. Desde las tres a las ocho de la tarde estuvimos en la cubierta. Tuvimos mucha suerte porque hacía muy bueno y hasta nos quitamos ropa de abrigo. Estuvimos haciendo fotos y viendo poco a poco las islas de la Antártida según nos acercábamos”, recuerda Garzón.

En su caso es su primera misión, pero sus compañeros del Arroquia que han salido en varias ocasiones confiesan que jamás habían vivido una misión tan especial como ésta en la Antártida. “Es totalmente diferente. Es especial porque se trabaja con científicos. Hay un ambiente diferente a otras misiones como Afganistán y con unos paisajes que acompañan”, coinciden.

Tras pasar a descargar material en la Base Juan Carlos I, también española, y a la isla Rey Jorge de la Antártida, el buque ‘Hespérides’ llegó el día 22 de diciembre a la isla volcánica Decepción. Y aunque un fuerte temporal de viento les mantuvo retenidos unas horas sin poder salir del ‘Hespérides’ y sin opción a descargar material con las barcas neumáticas, al día siguiente, tras la constatación de los expertos vulcanólogos durante cuatro horas de que no había actividad sísmica, los 20 militares y 5 científicos recibieron el visto bueno para bajar y asentarse en la base Gabriel de Castilla. El hogar para los siete ingenieros de Salamanca hasta finales de marzo que regresen a su tierra.

“Las vistas aquí son fantásticas. La isla es volcánica y se ve terreno negro volcánico con partes de nieve. Son paisajes preciosos, donde ves a los pingüinos y las focas diariamente”, asegura el teniente Garzón, que destaca el ambiente “estupendo” de la “pequeña familia” que reside en la base.

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Fue el día de Nochebuena cuando tuvo lugar el izado de bandera en la base. Sus habitantes compartieron cena con productos típicos extremeños, cortesía del jefe de la base, seguida de karaoke. El ‘Gordo’ que cayó a uno de los ingenieros y la buena nueva de otro salmantino que va a ser padre han alegrado estos días.

Fue en Navidad cuando los ingenieros iniciaron su labor para derruir la mitad del muro deteriorado que protege la base y la construcción del nuevo, compaginado con labores de apoyo a los científicos, como la colocación de una estación GPS para los vulcanólogos. “Nuestro horario de trabajo no es estricto porque depende de las mareas, ya que tenemos que acceder a la zona de playa”, explica el teniente jefe, que reconoce que lo más complicado es el tiempo cambiante. “Trabajamos a cero grados, como si fuera Salamanca, aunque un día soportamos vientos de 50 km/hora y nieve por lo que la sensación térmica era más baja. Llevamos hasta 5 capas de ropa que limitan el movimiento y las manos y la cara son lo que más sufren el frío”, añade Garzón, que habla de la complejidad de trabajar con la marea: “Lo que quitamos un día de arena, al siguiente la marea nos lo rellena... Ha costado más pero la construcción avanza sin problemas”, confirma.

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