Lunes, 1 de marzo 2021, 18:41
Rafael Farina (1923-1995), de raza gitana, vino al mundo en un pajar cuando sus padres, humildes tratantes de ganado de vida trashumante, viajaban por tierras salmantinas. La cantante melódica Tamara es su nieta.
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El escritor y crítico taurino Pedro María Azofra cuenta en su libro, “Mi Salamanca”, que el pajar de la pequeña localidad de Martinamor donde nació el más ilustre cantante de Salamanca, Rafael Antonio Salazar Motos, era conocido como el pajar de los pobres. Se trataba de un cobertizo sin uso en el que paraban los gitanos nómadas, que en época estival viajaban de feria en feria ofreciendo su trabajo. Antonio, padre de Farina, fue un gitano nacido en Salamanca que heredó sus apellidos por transmisión oral, ya que entonces era raro era el miembro de su estirpe que sabía leer y escribir.
Farina creció en el Barrio Chino, al amparo de La Margot, una mujer que regentaba una casa de citas entre los humildes inmuebles de Tahonas Viejas, pero que también, según Azofra, “quitó mucha hambre y alivió calamidades en los años más duros de la posguerra a los más desfavorecidos”. Margot acogió en su casa al joven Rafael, le dio de comer, lo vistió y le enseñó todo lo que necesitaba para su oficio de artista: a peinarse, a utilizar aseos y hasta a cortarse las uñas, como confesaba el mismo Rafael.
Farina cantaba desde niño por las calles y bares de Salamanca, hasta que marchó a Madrid y en 1949 tomó parte en una función-homenaje al veterano cantaor Juanito Mojama. En la capital española llamó la atención por su estilo de fandangos y le contrató Antonio Márquez, matador de toros y representante de Conchita Piquer, su esposa. El artista estuvo dos temporadas en la compañía, viajando a Hispanoamérica, cuenta Manuel Román Fernández en el Diccionario Biográfico. Aunque era un cantaor puro, la Piquer le exigió que cantara “con orquesta y aligerando el genio”. Empezó a interpretar canciones melódicas aflamencadas y tuvo tanto éxito que nunca las abandonó.
En 1952, ya con compañía propia, se presentó en el madrileño Teatro Pavón, donde repuso “La copla andaluza”, espectáculo de Quintero y Guillén, que tanto éxito había tenido cuando se estrenó en 1929. En 1953 presentó “Bronce y oro” en el Circo de Price y al año siguiente estrenó “Luces de feria” en el madrileño Teatro Calderón, escrita por Quintero, León y Quiroga. “Las campanas de Linares” fue uno de los títulos más conocidos de su repertorio, en recuerdo del matador de toros Manuel Rodríguez Manolete. “Rafael Farina cantó mucho a otros toreros: a Joselito, a Juan Belmonte y, sobre todo, a su paisano, Santiago Martín El Viti. Una característica es que en sus cantes, ya fueran a ritmo de pasodobles o zambras, incluía algún fandango, que era una originalidad, lo mismo que en sus grabaciones, al principio, hacía dedicatorias a sus seguidores”, escribe Manuel Román Fernández .
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Las décadas de 1950 y de 1960 fueron las que encumbraron a Rafael Farina como una gran figura del cante. “Dominaba varios palos flamencos, pero su popularidad la logró aflamencando canciones de corte popular, entre las que destacaron: “Vino amargo”, “Mi Salamanca”, “Mi perro amigo”, o, “Por Dios, que me vuelvo loco”. Grabó cerca de medio millar, cifra que ni él mismo conocía con exactitud. Algunas estaban firmadas por el propio cantante. Lo anecdótico es que apenas sabía escribir. Alguien cercano transcribía sus improvisaciones hasta convertirlas en letras o bien, llegaba a un acuerdo con los autores para firmarlas a medias. Él después, las estrenaba y de ese modo los compositores se aseguraban un porcentaje en calidad de derechos de autor. Si no eran del todo suyas las letras, las hacía repetir a sus autores o a personas de su confianza, hasta lograr aprendérselas. Cantando, era muy generoso con el público y, si le era posible, alargaba sus actuaciones más tiempo que el previsto en sus contratos. En tres ocasiones salió a hombros de sus admiradores, como si fuera un torero. Ocurrió en Melilla, en 1970; en Valencia, en 1972; y, en el Circo de Price, de Madrid, en 1974”, recuerda el periodista y escritor en el Diccionario Biográfico.
Alternó con los más grandes de su género: Pepe Marchena, Juanito Valderrama, Antonio Molina, Pepe Pinto, La Paquera de Jerez o La Niña Antequera. Y rodó películas muy populares (en ocasiones protagonizadas por Imperio Argentina, Carmen Sevilla o Antonio Molina) como “La copla andaluza”, “Café de Chinitas”, o “Puente de coplas”. Una de sus últimas actuaciones fue el 12 de septiembre de 1995, en Salamanca, después de haber sido ese año pregonero de las Ferias y Fiestas. Falleció dos meses después, tras ser operado en Madrid a corazón abierto como consecuencia de un infarto agudo de miocardio que había sufrido unos días antes. Su muerte fue una conmoción en su tierra, a la que tanto cantó. Su tumba, en el cementerio de Salamanca, es una de las más visitadas.
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