Antonio, en una fotografía de carné que tiene en su salón.

82 años, enfermo del pulmón y viviendo en 40 metros. La historia de este salmantino

Antonio vive en soledad en su apartamento de alquiler y padece Epoc, una enfermedad pulmonar crónica. La ayuda a domicilio, el apoyo de hijos y la teleasistencia, sus salvavidas

Jueves, 9 de abril 2020, 20:09

En Salamanca, con una numerosa población envejecida, el confinamiento se hace menos llevadero para aquellas personas mayores que viven en soledad. Antonio es uno de esos ejemplos. Sus 82 años y su enfermedad respiratoria crónica (EPOC) le sitúan entre los ciudadanos con mayor riesgo ante el coronavirus. Antonio enviudó hace 18 años. Confiesa que, pese a que lo intenta, no es capaz de acostumbrarse a la soledad. Menos aún en estos tiempos de aislamiento forzado.

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El que se ha convertido en fiel compañero en su nueva rutina matutina es el termómetro. Desde que se inició la pandemia, tras levantarse siempre se toma la temperatura, tal y como le ordenó el médico de cabecera. “Hoy, 35,7. Perfecto”, confirma.

A finales de febrero, Antonio solicitó el servicio de Ayuda a Domicilio al Ayuntamiento. Durante dos semanas, la asistenta acudía dos veces por semana a su casa para limpiar y ayudarle con la comida. Sin embargo, desde el inicio del estado de alarma, la asistenta no puede entrar en su casa. Eso sí, ella sigue acudiendo cada martes y jueves a hacer la compra que solicita Antonio y se la deja en el felpudo. “Lo único que yo hago, con la mascarilla puesta, es bajar a por el pan que está debajo de mi casa”, revela el hombre.

Como muchos mayores y viudos, lo de guisar es una de las asignaturas pendientes de Antonio. No tiene problema para admitirlo. Por ello, hace dos meses también solicitó el servicio de Comida a Domicilio, de cuya resolución sigue a la espera.

La Junta de Castilla y León ya anunció esta semana que ampliará el reparto de comida y productos de primera necesidad a domicilio a todas las personas que no pueden salir de casa por edad o por enfermedad y no cuentan con una red familiar o social. También el Ayuntamiento ha reforzado la atención social a las personas más vulnerables en esta crisis sanitaria.

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“No sé guisar y si consiguiera que me adjudicaran la comida a domicilio que pedí hace dos meses, ganaría en salud”

“Uno de mis hijos me trajo veinte platos listos de esos de ‘Carretilla’ para ir tirando y cada sábado me trae el cocido”, cuenta Antonio, que en lo que ya va cogiendo soltura es en lo relacionado con la limpieza de la casa. “Barro, paso la mopa y la bayeta. Ayer quité las cortinas, las lavé y colgué... De momento puedo hacerlo, aunque cuando acabo tengo que sentarme y ponerme el ‘Ventolín’”, confiesa.

Padre de cinco hijos y abuelo de diez nietos, Antonio está muy unido a su “maravillosa familia”, repartida por diversas localidades de la provincia y también de España, que se preocupan por él cada mañana en el grupo de Whasapp familiar. Los hijos que viven más cerca le acercan comida y la medicación para su patología crónica. Su médico de cabecera se encarga de hacerle la receta electrónica y mandársela a la farmacia.

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“La chica de Ayuda a Domicilio me deja la compra dos veces a la semana en el felpudo. Yo sólo bajo a por pan con mascarilla”

“Mi hija me dijo que me fuera con ella a Vega de Tirados, pero si me pasa algo son 25 kilómetros hasta Salamanca... Pues claro que me gustaría estar con ella y con compañía, pero aquí, si me pasa algo, en cinco minutos tengo a alguien en casa”.

El botón rojo que cuelga de su cuello es el mejor salvavidas. Antonio, que pasó muchos años de su vida trabajando como instalador de equipos de teleasistencia (puso cerca de cuatro mil), siempre tuvo claro que quería uno en su domicilio y sentir la tranquilidad de que si le pasa cualquier cosa puede pulsar el botón para que acudan a auxiliarle. “Hoy he llamado una vez para ver si funcionaba”, confiesa.

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Desde hace siete años, Antonio también preside la Asociación de Mayores “El Tormes”, en la capital. Un cargo al que le auparon sus amigos para que intentara mitigar el dolor por la pérdida de su mujer y ocupase su mente en algo. Y aunque ahora toda actividad de la asociación está parada, son muchos los compañeros y amigos que se preocupan por Antonio y le llaman cada día. “Solo quiero que sepan que tengo una asociación extraordinaria y los socios que me arropan y apoyan, así como la junta directiva, compañeros de fatiga. A todos, gracias. También a la concejala de Mayores, Isabel Macías, por sus atenciones”, subraya.

Recluido en su apartamento de alquiler de 40 metros cuadrados al que destina la mitad de su escasa pensión de 700 euros, que se queda en mínimos con las facturas de luz y teléfono, Antonio mata el tiempo jugando al parchís y al tetris en los juegos de su ‘tablet’ y escuchando la radio. “No pongo la televisión porque con las noticias del coronavirus me aterrorizo aún más”, admite.

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El COVID-19 dejó en suspenso las clases de nuevas tecnologías para mayores a las que acudía el presidente de “El Tormes”, que echa en falta tener más dominio de internet y del teléfono móvil para acceder a más contenidos o ocio. Eso sí, dice que los chistes que le llegan a los grupos de WhatsApp son la mejor medicina para sobrellevar la soledad y levantar el ánimo en los días más grises.

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