Lunes, 31 de octubre 2022, 17:38
Pocas celebraciones consiguen cortar el aliento al público como una de las más características de la Sierra de Francia: la Noche de Almas Blancas. Este 1 de noviembre a las 20:00 horas la localidad de Mogarraz se une en forma de procesión, una Santa Compaña que ilumina la noche con tenues velas, y en la que reina un silencio estremecedor, únicamente roto por las plegarias en forma de cánticos de boca del historiador e investigador serrano Antonio Cea.
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Esta aparentemente tétrica tradición parte de la plaza del Solano para llegar hasta el Humilladero, saliendo así al encuentro de las mozas de ánimas, las figuras más representativas en este festejo, cuya misión es, arropadas por el resto de participantes, guiar a las almas perdidas que vagan por Mogarraz.
Esta sobrecogedora y meticulosa estampa debe parte de su impacto turístico al entorno en el que se desarrolla, ya que los cientos de retratos de difuntos vecinos que aún vigilan desde muros, paredes y fachadas, contribuyen a impregnar el pueblo de un halo de misterio esotérico.
La celebración se extiende a una chocolatada en la propia plaza del Solano, a la que todos los asistentes quedan invitados, tras haber acompañado a las almas del Purgatorio.
El sonido de las esquilas protagoniza desde hace más de once años la celebración de la Noche de las Almas Blancas de Mogarraz. También es tradición quién encarna a las mozas de ánimas, generalmente dos vecinas del pueblo, una de ellas, Magdalena Maíllo, que en esta ocasión estuvo amparada por Rocío Hernández, preparada para tomar el relevo ante la avanzada edad de la experimentada moza.
En este espectáculo se respira un máximo respeto por la tradición, un viaje con un aspecto lúgubre que resulta idóneo para visitar las calles de Mogarraz, descubrir los rincones más icónicos y dejarse sorprender por los retratos del artista Florencio Maíllo, que atesoran el pasado y rinden homenaje a familias eternas, inmortalizadas en fachadas como la de la iglesia.
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La pandemia impactó en esta fiesta al igual que en otras muchas, dejando a las almas en pena sin un camino que seguir en el 2020. Las capas charras y vestimentas tiñen de luto las callejuelas del casco histórico de Mogarraz, y las velas iluminan no solo al paso de la procesión, de mano de quienes las portan, sino espacio determinados, impávidas en el suelo, o a los pies de la iglesia.
También disfrutar de un chocolate caliente se ha convertido en una tradición en Mogarraz al finalizar el recorrido, una forma de recuperar calor tras pasear a la intemperie en estas fechas, aunque en esta ocasión el frío no será el responsable de los asistentes helados y ateridos por esta tradición.
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La festividad de Todos los Santos encuentra de este modo una vertiente muy particular en el corazón de la Sierra de Francia, que impulsa de forma llamativa el turismo, de por sí creciente durante el puente, y en un municipio atractivo durante todo el año para las visitas.
La moza de ánimas más veterana, Magdalena, con 85 años, asegura que las nuevas generaciones deben tomar el testigo. Rocío, con 73 años, sustituyó recientemente a Teresa, la otra de moza que solía acompañar a Magdalena en este inusitado rito espiritual.
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Por el momento, la tradición continúa de sus manos, aunque Magdalena reconoce que ya no puede caminar con la misma agilidad y velocidad de antaño, pero la falta de jóvenes para esta tarea las obliga a hacer un esfuerzo.
Predisposición, compromiso y preparación son las tres claves para presidir esta ceremoniosa festividad tan aclamada por los mogarreños desde su exitosa recuperación allá por el año 2011.
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