Martes, 18 de junio 2019, 21:58
El santuario de Cabrera ha vuelto a ser un año más un hervidero con miles de personas presentando sus respetos a la venerada imagen. A las cinco y media de la madrugada, y con la imagen del Cristo todavía dentro de su ermita, llegaban los primeros peregrinos que habían realizado la caminata desde la capital hasta el santuario para escuchar la eucaristía más madrugadora.
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Hasta ocho misas fueron las que se celebraron a lo largo del día, tanto en el interior de la ermita, como en la explanada ante el templo, donde a media mañana se instaló bajo la protección de una gran carpa la talla del Crucificado. Tras cada misa los devotos y peregrinos guardaron largas colas para cumplimentar la costumbre que manda besar los clavos de los pies de la talla. Muchos aprovecharon para dejar junto a la imagen ramos de flores frescas en agradecimiento por los favores recibidos, mientras que otros emplearon los instantes que pasaban ante el Cristo para rozar sobre sus piernas pañuelos que después repartirán entre familiares y conocidos.
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