Martes, 25 de abril 2023, 12:55
La cabeza le juega malas pasadas a Manuela Hermosa. A veces no distingue entre el pasado y el presente, pero charlar con ella resulta enriquecedor. Acaba de cumplir 100 años, se encuentra en una conocida residencia de Santa Marta de Tormes, y es salmantina de pura cepa, nacida en la plazuela de La Parra (al lado de Gran Vía). Al preguntarle su lugar de nacimiento, Manuela recuerda un refrán, quizá no muy ortodoxo, pero que a cualquier salmantino le ronda la mente: “Las salmantinas, borrachas y finas”, dijo, arrancando las risas de todos los presentes.
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Manuela siempre ha tenido buen talante aunque un carácter fuerte forjado a base de estar de cara al público, puesto que siempre trabajó en el Mercado Central de la capital, según ella misma explica: “Trabajé en una frutería y también en una charcutería; tengo más que ganado el descanso”. Esta salmantina centenaria se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para “dejar hecha la comida y la casa recogida, puesto que éramos muchos y así mi madre no tenía que hacerlo”. Nunca se casó, y durante los últimos años, una vez jubilada, se dedicó a cuidar de sus hermanos.
Su madre es una figura muy presente en la cabeza de la veterana, y en sus ojos se refleja la admiración que tenía hacia Dionisia, como así se llamaba: “Ella trabajó mucho tiempo para las Madres Isabeles yendo al río a lavar hasta cuando estaba helado, pero también limpiaba donde hiciera falta y estaba dispuesta hasta para asistir partos”. De ella heredó la disposición para trabajar. La salmantina reconoce que “no he tenido aficiones, solo trabajaba”, aunque recuerda con cariño que “los domingos podía permitirme el lujo de ir al cine con mis amigas”. Esto era posible porque, según explica, “los domingos iba a fregarle el puesto a la vecina, a la señora María”.
Del presente, poco se puede hablar con esta anciana de cara bondadosa y trato agradable. La reciente pandemia la vivió “de pasada”, sin ser consciente de la gravedad de la situación, según afirman sus familiares. En julio de 2020 pasó a formar parte de la familia de esta residencia en la que los cuidados son cercanos y cariñosos, y en ella pasa los días de manera tranquila y relajada.
El 14 de abril celebró su cumpleaños rodeada de sus seres queridos. Le costó soplar el segundo cero de los 100, quizá señal de que Manuela regresaría sin duda a sus 10 años, cuando vivía en la plazoleta de La Parra y jugaba y crecía con sus 9 hermanos. Aparte de la tarta, que compartió con todos sus compañeros y amigos, Manuela recibió de manos de todo el personal del centro residencial, una placa que recibió emocionada y la cual besó nada más recibir. Muy sonriente y visiblemente emocionada, la veterana acertó a decir: “Ojalá pudiera vivir otros 100 años más”. Su familia la vistió con ropa nueva y la llenó de flores y globos en su día especial, con la esperanza de que este recuerdo no se borre fácilmente de su mente.
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