Viernes, 4 de noviembre 2022, 11:03
Mirarlas a los ojos es como mirar a través de una ventana abierta al mundo. Quizá no sean expertas en teléfonos móviles, ni hayan oído nunca hablar de Instagram ni de Tik-Tok, pero han vivido ya más de un siglo que es mucho más enriquecedor que todo eso. Pilar Yagüe (110 años), Dolores González (104 años) y Agustina Vicente (104 años) han visto con esos ojos la evolución del planeta y la sociedad de un centenar de años. Toda una experiencia de vida que hace que cada pensamiento expresado en voz alta sea una lección. Las tres conviven en una residencia de Santa Marta, donde son las auténticas “reinas” del lugar.
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Pilar Yagüe, natural de Paradinas de San Juan, es una de las 15 personas más longevas de España. No tiene ningún secreto para haber llegado a alcanzar los 110 años, puesto que, según asegura, es la primera “asombrada por haber llegado a esta edad, ya que no he hecho nada en especial; he tenido una vida de lo más corriente y no he hecho nada extraordinario para conservar la salud”. Pilar demuestra un extraordinario sentido del humor, y reconoce que gracias a la edad que tiene “¡he conseguido ser hasta famosa!”, dice entre risas, y es que ha llegado a ser reconocida como la ‘súper abuela de Salamanca’, y ha salido hasta en la televisión. Con sus más de cien años de vida son pocas las experiencias que a Pilar se le hayan escapado.
Haciendo gala de ese sentido del humor que le caracteriza y de la ironía, todavía ágil en su mente centenaria, esta súper abuela asegura estar “aparentemente bien”, pero que “tan solo se defiende”. Hace reír a quien tiene a su alrededor, y es fácil charlar con ella, pues siempre está dispuesta a hacerlo. Las horas en la residencia son muy tranquilas, así que una charla en la que los recuerdos son el principal tema de conversación, siempre se agradece.
Pilar se casó y no tuvo hijos, pero afirma haber tenido “unos sobrinos maravillosos que me han adorado siempre”. Ha superado ya a todos sus hermanos, incluso a su marido, pero el amor hacia sus sobrinos siempre ha hecho seguir adelante a esta salmantina. No debe ser fácil afrontar la vida cuando la mayoría de tus seres queridos han fallecido, pero la veterana asegura “recordarlos a todos con mucho cariño a pesar de echarlos de menos, así se afronta mejor lo que venga”. Sobre todo recuerda al “pequeño de la casa”, su hermano menor era “el ojito derecho de todos y estábamos locos con él, sobre todo mi madre”.
En cien años, Pilar Yagüe ha vivido dos pandemias, y aunque distintas, sí recuerda que han tenido cosas en común, ya que afirma que “de la de 1918, la gripe española que llamaban, recuerdo que no nos dejaban tampoco salir de casa y había que tener cerrado todo”. Lo que bien es cierto que esta última, una vez en la residencia, la vivió según asegura “algo más tranquila, aunque sí sabía que traería muchas dificultades”. Cuando se le pregunta precisamente por las dificultades de la actual sociedad y su futuro, Pilar opina que “la gente quiere vivir a lo grande y no sé a dónde llegarán con esas aspiraciones, creo que hay que ser más humildes, aunque reconozco que yo soy muy pesimista...”, dice entre risas”. La veterana además afirma que se siente “asombrada”, eso sí, “por ver a dónde han llegado por ejemplo los avances tecnológicos, todo parece milagroso. Antes no se salía del pueblo y ahora puedes ir en unas horas al otro lado del mundo”.
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Dolores González, o Lola, como cariñosamente se la conoce, es un auténtico torbellino que nació en un municipio de Ávila y que pronto vino a vivir a Salamanca, que con 104 años deja con la boca abierta incluso a los cuidadores de la residencia, quienes ya deberían estar habituados a ella. Recién salida de la peluquería, con sus tacones, sus labios pintados de rojo y su bastón en mano, recorre las estancias de su actual hogar, como si por ella no hubiese pasado el siglo. Admirable y con una mente despierta y totalmente actualizada, Dolores derrocha vitalidad y afirma que: “si ahora mismo suena la música, ¡me pongo a bailar como una peonza!”, y todos reímos en la sala. También es soñadora y relata que “a veces cuando no puedo dormir, imagino que estoy viajando”.
Una de las primeras cosas que confiesa Dolores es haber sido “soltera toda su vida”, y con gran humor reconoce que “aunque ha tenido pretendiente, a unos les hacía caso y a otros no tanto”. Esta opción de vida, porque según cuenta, fue más una decisión personal, hizo que la veterana viviese con sus padres hasta su fallecimiento. De su madre afirma “era la persona más buena que he conocido nunca y a la que más echo de menos”. Durante ese tiempo y tal y como narra: “trabajé en varias cosas pero en nada en concreto, uno de mis mejores empleos fue cuidar de mis padres, puesto que aunque fuimos 7 hermanos, cada uno se casó e hizo su vida fuera de casa, como es lógico”. Asegura que aunque es duro vivir echando de menos: “la vida es sabia y unas veces nos hace llorar y otras veces nos hace reír, y siempre es por algo”. Lola nació en plena pandemia de la gripe de 1918 y ha vivido la Guerra Civil en primera persona también y afirma que “desde entonces no ha estado en orden nada, todo está cogido por alfileres y así estamos ahora”.
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Analiza la sociedad actual y afirma que “está desbocada”. A su parecer todas las personas “van a por más, no sé si por avaricia, pero antes no había estas ansias de conseguir tener siempre lo mejor, quizá lo que ahora es demasiado, antes fue demasiado poco, eso es verdad; creo que lo ideal sería algo intermedio”. En cuanto a los avances tecnológicos, Dolores asegura sentirse fascinada: “son fabulosos, hoy en día se lleva el mundo en un móvil; algo impensable para nosotros”. Reconoce que todos los inventos “son necesarios”, pero afirma no entender por qué se inventa para “hacer guerras”, puesto que, según dice oír (apenas ve): “a día de hoy pueden hacernos desaparecer a todos, y es algo que no entenderé jamás, tanta maldad”.
Lola ha pasado estos últimos años con dos de sus hermanos en la residencia, una de ellas murió hace escasos cuatro meses, y aunque “a veces te hundes en un pozo ya a esta edad”, aquí está “mi otra familia” y “siempre hay que levantarse, a pesar de que hay momentos más alegres y otros no tanto”.
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Agustina Vicente, la tercera “reina” centenaria no goza de la misma lucidez que sus amigas Pilar y Dolores, pero su hijo, José Miguel Bueno, cuenta que es “la bondad en persona” y que ha sido una mujer “muy tranquila y con un carácter llevadero que llevó siempre una vida apacible”. Su mirada refleja perfectamente esta descripción. Fue la pequeña de cinco hermanos y está a punto de cumplir los 105 años. Según relata José Miguel: “disfrutaba mucho con reunir a la familia; casi todos los domingos teníamos una cita en su casa y hacía unas magníficas comidas, era muy buena cocinera”. Habla con cierta nostalgia de ese tiempo en el que su madre estaba en plenitud y disfrutaba de sus aficiones, sencillas, como ella. A Agustina le gustaba “hacer punto de cruz y ganchillo”, afirma su hijo. A día de hoy, según él, “tiene días buenos y menos buenos, pero el recuerdo que tenemos de ella y pensar en todo lo que hemos vivido, es lo que nos hace seguir contentos de verla viva”.
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