Lunes, 20 de marzo 2023, 10:31
Jesús Díez junto a su mujer, Iratxe Hierro, e hijas, María y Nahia, decidieron durante el verano del año 2020 dejar de vivir en la localidad de Castro Urdiales, Cantabria, para regresar a Las Veguillas en busca de tranquilidad y mejorar su calidad de vida. Además, desde hace dos meses y medio, la familia ha puesto en marcha un negocio con pellet en el municipio.
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¿Qué le une a Las Veguillas?
—Es el pueblo de mi familia paterna. A los seis de nacer, mis padres se mudaron a Basauri, Vizcaya, por motivos de trabajo pero, nunca he perdido el vínculo con el municipio porque siempre he pasado mis vacaciones de verano, Semana Santa o las fechas navideñas. A los 26 años, me fui a vivir a Castro Urdiales donde conocí a mi mujer y formé mi familia, que desde el principio le gustó venir al pueblo a pasar las épocas estivales. Siempre he tenido cariño al pueblo y cada vez que regresaba tenía una sensación de libertad.
¿Cómo era la vida en Castro Urdiales en comparación con la vida de aquí?
—El ritmo de vida es totalmente diferente. En Castro Urdiales, estaba todo el día fuera de casa por motivos de trabajo y no podía disfrutar de mi familia. Siempre he estado y sigo vinculado con el mundo de la construcción, el volumen de trabajo era mayor y, ahora, me dedico hacer lo que me gusta, como restauración de casa antiguas. Había mucho movimiento de gente y para cualquier cosa que había que hacer teníamos cuarenta y cinco minutos en coche.
¿Qué le impulsó a dar el paso?
—La decisión de ir a Las Veguillas a vivir fue, sobre todo, por el tema de la covid-19. Estuvimos durante el confinamiento encerrados en un piso pequeño y teníamos la incertidumbre de si nuestras hijas iban a poder comenzar el curso escolar o si íbamos a seguir encerrados, entonces, estábamos terminando de hacer la casa y aceleramos todo el proyecto para que la casa estuviera lista y pudiéramos entrar a vivir.
¿Qué proyectos hay en marcha para esta nueva etapa?
—Aunque sigo vinculado con la construcción, he puesto en marcha en Las Veguillas una empresa de fabricación de pellet. Este proyecto ha sido posible gracias a mi mujer y a Alfredo Criado y Salvador Rodríguez, que tienen mucha relación con el pueblo y deseo que se vengan a vivir. Fue hace dos meses y medio cuando se puso todo en funcionamiento y el principal motivo fue por el abuso sin comprensión de la subida del precio de este material. Además, la puesta en marcha de la empresa es algo bueno porque generamos empleo y, en el entorno donde estamos, hay facilidad para encontrar la materia prima que se necesita, ya que usamos restos forestales.
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¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de vivir en el pueblo?
—No hay ningún inconveniente, todo son ventajas. Hemos ganado en tranquilidad y estamos a menos de treinta minutos de Salamanca, donde se puede hacer de todo. Cuando tomamos la decisión, sabíamos con que servicios íbamos a contar. Vivir en el pueblo es como si estuvieras de vacaciones prolongadas. Hay que trabajar mucho y adaptarte, pero si te gusta es lo mejor de la vida.
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