La Loa, el ansiado espectáculo que volvió a retumbar en La Alberca

La Alberca celebra la representación del auto sacramental en el Solano bajero de la iglesia, ante más de medio millar de fans ansiosos por el reencuentro con la encarnación del bien y el mal

Martes, 16 de agosto 2022, 22:27

La obra que todo albercano se llevaría a una isla desierta, y a la que cada vez se une más público es, sin duda, La Loa. Este martes la localidad serrana ha recibido, tras los primeros festejos taurinos, una de las piedras angulares de los festejos del Diagosto, que ensalza a la Virgen de la Asunción, y enaltece a los habitantes, que recuperan con orgullo el auto sacramental serrano de una forma muy especial.

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Cientos de personas se han agolpado momentos antes de que comenzara el ansiado espectáculo representado por Cateja Teatro, y tesoro de todo albercano. Los aplausos y vítores ya comenzaban con la preparación de uno de los símbolos más especiales de La Loa, junto a los colores representativos de la misma: la serpiente de siete cabezas con parte inferior de chivo, una insólita quimera que cabalga el Diablo, protagonizando a su vez un momento que los albercanos conocen bien: una exultante pirotecnia que llena de chispas y silbidos ensordecedores el ambiente, mientras un espeso humo se deposita sobre las cabezas del eufórico público.

Los niños, pérfidos y traviesos, toman forma de siete pecados, y las niñas, con aire de gloria, de virtudes. El Diablo y el arcángel San Miguel difunden su mensaje desde el escenario, y los personajes terrenales, los dos jóvenes tamborileros y el guasón, ponen la nota humana a un relato sobre lo divino.

Al final, ante los aplausos, como no podía ser de otra forma, el bien vence al mal, a pesar de los intentos de corromper a los personajes vulnerables que encarnan la cultura albercana y el folklore con sus ataviajes, botas de vino, monólogos y divagaciones, a los que los asistentes responden con risas.

Las escaleras que ascienden hasta la iglesia se llenaron de gente de todas las edades, así como los aledaños y laterales, respetando, a pesar de que en este acto no hay cordón alguno que impida el paso, un espacio entre escenario y público, y manteniendo un solemne silencio ante el tono desgarrador de los actores, que, sin micrófono alguno, consiguen que su voz llegue hasta el último curioso visitante de La Alberca.

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Los niños han ocupado las primeras filas, sentados junto a sus familiares para no perder detalle de este auto sacramental que mezcla lo profano con lo religioso, que da respuesta a cada pecado, alzándose vencedor del bien, con una gran espada triunfal, y que en los últimos años ha logrado hacerse con el título de Bien de Interés Cultural Inmaterial, un bien del que todo albercano es cómplice y partícipe, y a cuya manifestación no pueden faltar cada agosto.

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