Beatriz Xieiro y Ricardo de Arriba con su hija Gabriela. CASAMAR

La familia que dejó el gélido Boston para regresar a su pueblo, Fuenteguinaldo

“Llegó la hora de volver, con las maletas hechas, y decidimos quedarnos”, asegura Ricardo de Arriba

Domingo, 1 de enero 2023, 18:52

La familia de Ricardo de Arriba Torres, que es consultor de tecnología, ha saltado del centro de Madrid a la ciudad de Boston, el que probablemente terminó por ser el detonante de una decisión aparentemente drástica: vivir en Fuenteguinaldo, el pueblo en el que tiene raíces pero en el que nunca habían residido, y que se ha convertido en el hogar definitivo.

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¿Cuál es el vínculo con Fuenteguinaldo?

—Yo realmente soy de Madrid, pero mis padres y mis abuelos son de aquí, y siempre he tenido una relación veraniega con el pueblo. A mi mujer la conocí en Madrid, no es de aquí. Nunca había vivido aquí, vine a raíz de la pandemia, llevo aquí unos dos años. Mi madre vive aquí; ahora nos podemos ver más, le gusta tener a su nieta aquí, y le da tranquilidad tenernos; no se siente tan sola.

¿Cuál fue el detonante, el motivo para mudarse?

—En nuestro caso vivir aquí no fue algo premeditado. Vivíamos en el centro de Madrid; cuando digo centro es centro de verdad: La Latina, Plaza Mayor...esa zona. Me salió una oportunidad de trabajar en Estados Unidos, y nos fuimos a Boston dos años. Por motivos personales, y además que mi mujer no se adaptó a la vida allí, regresamos, y fue justo antes de estallar la pandemia. Habíamos alquilado el piso de Madrid, en ese espacio de tiempo yo me vine a Fuenteguinaldo a echar una mano a mi familia, mi mujer se fue a hacer la mudanza con la niña, y llegó el confinamiento, así que ella lo pasó allí y yo aquí. Cuando se abrieron las fronteras de nuevo, pasamos todo el verano aquí, y cuando llegó el momento de volver, dijimos: aquí estamos muy bien. Tenemos las maletas hechas. ¿Qué hacemos? Llevamos aquí dos años y no nos planteamos volver.

¿Cómo ha afectado a la vida laboral ese cambio?

—Laboralmente yo puedo teletrabajar, así que no me afecta de forma sustancial. Es cierto que he tenido que renunciar a una carrera profesional un poco más fuerte, ya que ciertos puestos requieren presencialidad. He renunciado a eso a cambio de la calidad de vida que me da el pueblo.

Es un cambio muy brusco...¿Se echa de menos la ciudad?

—En general no echamos de menos la ciudad. Puntualmente si: los servicios. Allí tienes todo muy a mano, sobre todo temas de salud, o colegios, el transporte...Aquí tenemos más vida social, por increíble que parezca; en un pueblo te relacionas más. En la ciudad es más complicado cuadrar agendas. Además Fuenteguinaldo aún tiene servicios que cubre necesidades básicas. Acabamos de vender la casa de Madrid, porque tenerla en alquiler era complicado tal y como están las cosas; así que, como ves, no hay intención alguna de volver.

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¿Sintió vértigo al dar este paso?

—Sin el salto a Estados Unidos esto no habría pasado. Pasar de Madrid a un pueblo habría sido una decisión más difícil, lo fácil ha sido esto. El clima en Boston es muy duro, invierno crudo ocho meses al año, y la sociedad en esa zona es muy cerrada; no hay hispanohablantes tampoco.

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