Saturnina Medina Rodríguez asistió a 500 nacimientos en Cantalapiedra donde ejerció de comadrona durante 75 años. Así lo recordaba Francisco Cebrián, el practicante y entonces cronista de la villa en una de sus publicaciones en LA GACETA cuando ella acababa de cumplir los noventa, en 1980. La señora Saturnina nació en Fresno el Viejo el 11 de febrero de 1890 y llegó a Cantalapiedra a los 15 años de edad, cuando empezó a ser una persona imprescindible a la hora de acompañar y ayudar a las mujeres de la localidad a dar a luz. Este pasado viernes, esta señora “amable, servicial y solidaria”, fue reconocida públicamente con motivo de la celebración del XXX aniversario de la asociación de Mujeres “Aires Nuevos” de Cantalapiedra, cumplidos este sábado.
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“¿Qué puedo decir de mi abuela? Era una señora muy inteligente, muy trabajadora y muy cariñosa, siempre sonriendo a todo el mundo, nunca la vi enfadada con nadie, nunca me riñó ni de niña ni mayor”, recuerda su nieta María Mercedes Flores Sánchez, hija el primogénito de Saturnina. Ángel, Domitila, Paco, Pedro y Santiago fueron sus hijos y los del señor Eusebio Flores Holguera, que ejerció como sereno del Ayuntamiento. Ambos vivieron en el número 13 de la calle Cantarranas, una vivienda en la que desde ayer viernes se puede leer en una placa: “En esta casa vivió doña Saturnina Medina Rodríguez”.
Las gentes de la villa la recuerdan como una mujer ejemplar. En los últimos años de su ejercicio como asistente a los partos, empezaron a ir las madres a dar a luz a Salamanca, aun así llamaban a la señora Saturnina para que les acompañara porque su presencia les garantizaba que todo saldría bien.
La señora Saturnina era una persona muy “desprendida”, tanto es así que no dudaba en ayudar a las madres durante el parto con lo que fuera preciso, incluso antes o después. Eran tiempos de necesidad y si era preciso llevaba sus propias sábanas e incluso cuando detectaba carencia de alimento no dudaba en obsequiarles con maicena o harina de maíz para hacer papillas.
Su nieto Félix Zazo Flores, hijo de Domitila, recuerda también su faceta como curandera. Recuerda que su abuela tenia una especie de libro de medicina y le gustaba mucho leer. Afirma que era capaz de curar lesiones en personas y animales domésticos. “Si alguien se dislocaba un brazo o se hacía daño, mi abuela le curaba”, cuenta.
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Además debía de ser una excelente cocinera. “A mi marido le gustaba ir porque le gustaban mucho las sopas de ajo que hacía”, relata María Mercedes quien confiesa que disfrutaba escuchando a su abuela contar historias. “Nunca la oí hablar mal de nadie”, subraya. Era ejemplo de “amor y constancia al trabajo”, en palabras del entonces practicante.
Ayer viernes volvió a la memoria de muchas madres de la localidad el recuerdo de su presencia y amable ayuda en los nacimientos de sus hijos en la villa de Cantalapiedra.
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