Viernes, 8 de marzo 2019, 10:15
Aunque en la Biblia ya aparecen varias menciones al trabajo de forjar el hierro los primeros utensilios encontrados datan del 3.000 a.C y se asocian a la civilización egipcia. El mayor auge de los herreros fue probablemente en la Edad Media, cuando era muy frecuente el empleo de armaduras y armamento de hierro forjado. A pesar de sus remotos orígenes y de su gran dispersión por todo el globo terráqueo el oficio de la forja manual —y más aún de la forja artística— ha desaparecido casi por completo.
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Sin embargo, en el municipio salmantino de Fuenteguinaldo todavía queda un vecino que se sigue considerando un “herrero con inspiración”, aunque haya tenido que diversificar su negocio para ganarse el pan.
“Me dedico a la forja artística desde que nací casi porque tenía unos tíos que tenían una fragua para herrar caballos y cosas de campo aunque a mí me gusta crear diseños propios y originales”, asegura Olegario Villoria de 61 años.
El repertorio creativo de Olegario va desde verjas, elementos decorativos abstractos, barandillas para escaleras o incluso los propios pasos de las escaleras de caracol, aunque también es frecuente que elabore escudos para viviendas privadas o espacios públicos, a pesar de que este artista del hierro reconoce que le tiran más las creaciones menos frecuentes.
“Lo que más me gusta son las cosas personalizadas y buscar el sitio y el momento, me gusta hablar con las personas y dependiendo de cómo sean hacer una cosa u otra. Las clásicas no me van aunque las tuve que hacer en su momento para comer”.
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De hecho hubo un tiempo en que Olegario se dedicó en exclusiva a la forja algo impensable hoy en día: “Sólo hacía hierro pero empezó a bajar mucho y tuve que buscar otra serie de elementos. La elaboración artesanal está prácticamente perdida porque todo esto ya se hace en serie”.
La rapidez que se ha conseguido mecanizando el proceso es innegable, aunque también tiene sus desventajas según este artista guinaldés: “Se suelen hacer en moldes, que es la parte más laboriosa ya que se puede tardar hasta un año en hacer uno, pero una vez que tienes el molde salen las piezas como churros. Lo malo es que salen cosas idénticas, no tienen el detalle de la mano, son clavadas y se nota mucho”.
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Olegario Villoria ha mandado sus piezas a sitios como Peñafiel, el norte de la Península y Portugal, donde también existe mucha tradición de forjado aunque Olegario asegura que “es una artesanía más áspera, nosotros la refinamos más”.
Este vecino de Fuenteguinaldo también se dedicó temporalmente a la enseñanza donde dice haber encontrado alguna alumna femenina aunque la mayoría eran hombres. Sin embargo, su sueño sigue siendo dedicarse por completo al oficio sin presiones ni exigencias. “Me gustaría dedicarme exclusivamente a esto, a capricho mío. Tengo un diseño en mente para las ventanas de mi casa y unas verjas que es algo que se queda ya reservado para cuando llegue el momento de la jubilación”.
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