La localidad de Macotera volverá a contar con un lavadero de aquellos que se usaban cuando no existían las lavadoras para que los vecinos acudieran a hacer la colada, pero esta vez con otra utilidad.
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Antiguamente, eran las mujeres las que solían ir con frecuencia a los lavaderos municipales para limpiar las ropas de la familia. Entre ellas, se encontraban Rita Madrigal y María Hidalgo, que esta semana paseaban prácticamente pisando por encima de donde se encontraban las antiguas pilas. Ambas vecinas, al igual que el resto del pueblo, caminan casi a diario sobre los restos enterrados de unas instalaciones muy frecuentadas hace medio siglo, incluso por ellas mismas. “Tengo una hija que tiene 55 años, y ya venía yo a lavar aquí”, recuerda Rita Madrigal.
Las antiguas pilas se enterraron hace unos años con tierra y hormigón, por lo que, según explica el alcalde del municipio, Antonio Méndez, “será fácil recuperarlas”.
La intención del Ayuntamiento es dar una nueva utilidad como fuente a lo que en su día fue el único modo de las familias macoteranas para mantener su ropa limpia. “Sacaremos las pilas para hacer una fuente que, además, estará cerca del frontón municipal. Los chavales no tendrán que irse a beber agua a casa, podrán hacerlo aquí”, comenta el regidor.
En la plaza del Mercado hoy no queda huella de aquel lavadero, pero sí en el recuerdo de los macoteranos que vivían hace medio siglo, sobre todo de las personas que las usaron para hacer la colada. Las vecinas Rita Madrigal y María Hidalgo indican que aquellas pilas y el pozo del que sacaban el agua estaban donde hoy se puede ver un espacio ajardinado y un aparcamiento para bicicletas, al pie del frontón.
“Sacábamos el agua del pozo con una bomba manual, íbamos con unos cubos de cinc y una banqueta”, relata Rita Madrigal. Si las pilas estaban ocupadas tenían que esperar. “Había cinco o seis pilas para todo el pueblo”, calcula María Hidalgo.
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Las macoteranas pasaban horas realizando una tarea que, a pesar de lo que pueda parecer actualmente, tampoco recuerdan con mucha dureza. “El agua salía caliente”, opina María. Esa era la sensación que percibían cuando usaban el agua que extraían del pozo en pleno invierno. Ahora cada una tiene una pila de lavar en su casa, pero con agua corriente tanto fría como caliente, y ya no la usan para lavar la ropa de manera habitual.
Tanto Rita como María ven muy positivo volver a ver las antiguas pilas de lavar, sobretodo para que los jóvenes tengan noción de cómo se llevaba a cabo dicha labor tan cotidiana y necesaria. “Lo ven los niños y aprenden de historia, está muy bien para que la conozcan”, considera Rita Madrigal.
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