Inaki Gabilondo for President, dice Yolanda Díaz, la mujer que nunca debió salir de su anonimato de El Ferrol, y que ahora nos tragamos en ... sesión continua a pesar de su habilidad para hablar sin decir absolutamente nada. Lo siento, pero no soporto su rollo de rubia-porque-yo-lo-valgo. Que no vale nada. La chica vacía.
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Quería confesarles que no puedo más con las toneladas de estupideces y barbaridades que, diariamente, van soltado “nuestros” políticos. Y me asombra que nadie tenga no ya inteligencia o un título por Princeton, me conformaría con un país, el mío, con dirigentes que tuvieran un mínimo de vergüenza, o eso tan sano que es el sentido del ridículo. Llámenlo franquismo rebozado en sanchismo. La fritanga total. Ensalada... de merluzos, ¿no es cierto, Pablo Iglesias?
De verdad, no puedo más. Ayúdenme: la rabia arde dentro de mi como Notre Dame, pero no me purifico. Maldita inteligencia que me lleva a la destrucción mientras leo en llamas (gracias Juan Rulfo) que Yolanda Díaz, aspirante a destronar a Belén Esteban como princesa del pueblo, cambiaría a nuestro rey por Iñaki Gabilondo, marioneta de las ondas y abuelo woke... Pero la cuestión no es Gabilondo, es la libertad que hoy se tiene para la sandez y para confundir a una población cada vez más inerme y esclavizada. Por ello, los que aún no estamos bajo el yugo progre -y no sé si somos afortunados de no estarlo- vivimos en una huida permanente. Me siento como Jim Nashe, personaje de Paul Auster en “La música del azar”, buscando mi lugar de exilio a bordo de un “Saab” rojo; buscando un lugar lejano y pequeño al que no pueda llegar ni Pedro Sánchez ni Barbie Díaz, y ese lugar podría ser Eskilstuna, una ciudad sueca en la que precisamente ayer, hace sesenta años, nació la reconocida economista sueca Liz S. Andersson, experta en la influencia de los “Chicago Boys” en el llamado “milagro de Chile”, en definición del premio Nobel de Economía, Milton Friedman. Sí, Yolanda, Milton Friedman. No, Yolanda, no era un activista medioambiental brasileño, no confundas al señor Friedman con Chico Mendes. O con Pedro Sánchez, otro economista, de la escuela de los “corta y pega”. Y según tú, Yolanda, otro machista. Qué horror, ¿cómo aguantas a su lado, vicepresidenta-florero? Ante tanta canalla, acelero a fondo mi “Saab” rojo entre Dinamarca y Suecia mientras Alanis Morissette canta “¿no es irónico?”
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