Hasta hace apenas un mes -¡parece que han pasado siglos!-, el COVID 19, pese a haber dejado las calles desiertas en la bella Italia, nos ... seguía pareciendo una gripe de segunda, sin más peligro que el de enfebrecer unos días, toser o sentir un tan molesto como habitual dolor de cabeza. En esos días, cuando en nuestro país todavía no se reportaba número de contagiados, aún no se esperaba que el virus pudiera ser entre nosotros el arma letal que es, no tanto por matar directamente, como por hacerlo a través de la incapacidad de afrontar un contagio tan masivo. El caso es que los expertos (esos hombres y mujeres en los que creemos pero que, por otra parte, se equivocan tanto) han asegurado que lo pasará el 70 u 80 por ciento de la población y que, salvo aquellos que por sus circunstancias personales de inmunidad contra el virus, por edad enfermedad o cualquier otra circunstancia, lo pasen mal hasta que lo expulsen de su cuerpo, el resto generará anticuerpos cuando lo pase, de manera, como mucho fastidiosa (como una gripe, pero más bien severa) y luego, si lo tiene que volver a afrontar (que es lo probable, puesto que se espera una nueva oleada para octubre o noviembre), estará prácticamente inmunizado. Bien, pues pese a esa información que se nos repite una y otra vez a través de los medios que siguen cumpliendo fielmente con su compromiso cada día, nadie cuenta que tiene el virus. Entre unos y otros se intercambian información sobre el padre de aquel o la madre propia que pasó por el hospital y se curó o por desgracia no pudo superarlo; pero parece que nadie se atreve a decir “yo di positivo en el COVID19”, como si el virus fuera la lepra de los tiempos de Jesucristo. Así que yo voy a confesar mi pecado: he dado positivo y, aunque sigo en cuarentena y me quedan unos días de estar a distancia de mis hijos, por precaución, ya estoy generando anticuerpos e inmunidad. He pasado el virus de forma muy leve y reparé en que podía tenerlo porque hace diez días me quedé de manera brusca sin olfato. Eso me llevó a hacerme la prueba (de manera privada y pagándola a precio de oro, por cierto) y a detectar mi positivo. No he tenido más síntomas que ese olfato que perdí y recuperé a los tres días, algo de tos y un ligerísimo dolor de cabeza. Nada más. Y son muchos los que lo pasan como yo y que, por fortuna, pueden hacerlo en su casa, para evitar colapsar los hospitales y no quitarles el sitio a quienes lo necesitan. Es importante tener mucha precaución y mucho cuidado para no contagiar, pero también no tener miedo y saber que la gran mayoría de los que pasamos el COVID19 lo pasamos como mucho con molestias o incomodidad (yo ni eso) y nada más. Así que, ya lo saben: yo di positivo en el COVID19. Si ustedes también pasan la enfermedad, cuéntenlo, no es pecado, sino una forma más de plantarle cara a esta situación.
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