COMO español, como demócrata, como monárquico y como persona cultivada, y por este orden, no entiendo que el rey Juan Carlos se fuera de España. ... No sé si le obligaron, si se lo sugirieron, o qué pasó realmente en esa extraña y oscura jugada. Lo que sí sé es que no creo que fuera su decisión la de emprender tan extraño destierro. Y para mí, como español, como demócrata, como monárquico y como persona cultivada, vergonzoso y humillante destierro. España, así lo creo, no merece este episodio más propio de un cotilleo abyecto que de una cuestión de Estado.

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Ya he reconocido muchas veces que soy monárquico —no “juancarlista”— como lo sería si fuera ciudadano francés, portugués y hasta brasileño. La república sólo la contemplo en aquellas sociedades de nuevo cuño, sin recorrido propio, como los Estados Unidos, por poner un ejemplo. La monarquía parlamentaria hoy sólo tiene un papel, un importantísimo papel estético y sobre todo de unidad con la Historia que nos ha modelado a lo largo de los siglos, pero... ¿cómo explicar esto en un país de catetos con mentalidad reducida? Difícil me lo fían.

Ver un día sí y otro también al rey Juan Carlos como carnaza para el periodismo amarillo puro y duro y para una legión de hipócritas, me exaspera, al tiempo que esa cuadrilla de resentidos está coartando la libertad del rey Felipe, prácticamente anulado en sus legítimas (repito: legítimas) funciones.

En una nación, la nuestra, trufada de corrupción e impunidad, observar como destruyen la figura y la reputación del anterior Jefe del Estado es cuando menos grotesco y hasta suicida. Tiran y tiran de él y aunque lo intentan con denuedo, la Justicia hasta ahora no ha visto el resquicio para procesarle. Pero siguen y siguen, y en un acto del todo pornográfico, nos muestran a un rey mujeriego e idiota, aquí, en una España en la que los políticos sevillanos hacían sus negocios en los clubes de alterne y pagaban sus citas sexuales y su cocaína con dinero público, con servicio de chofer incluido. Para dar lecciones están.

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Y la penúltima en el camino de ver al rey emérito bien arrastrado en el barro y con él a la Monarquía: el Senado acepta una petición para que la actriz Bárbara Rey comparezca y explique su silencio sobre su supuesta relación con Juan Carlos I a cambio de dinero público. Otro show en ciernes, más carnaza, más telebasura, más humo para desdibujar la realidad que nos azota... Mientras y aún así, incluso en este escenario tan cutre de Corinnas y Bárbaras, mantengo mi lealtad a la Monarquía y al Rey. Por encima de las personas, la Institución, no lo olvidemos.

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