Le confieso que no me acostumbro. Reconozco que me sigue haciendo daño. Me resisto a aceptar la simplificación del drama en el dato, la curva o ese neolenguaje que reúne ahora nuestras esperanzas bajo la palabra desescalada. Son muchas vidas y demasiadas circunstancias. Son miles ... de miedos y millones de incertidumbres. Así estamos por mucho que hayamos superado el maldito pico. El futuro sigue siendo borroso porque todavía no sabemos cuántas personas estarán aquí mañana para contarlo.

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A estas horas del sábado los fontaneros de Moncloa ya deben tener rematado el decreto para prorrogar por tercera vez el Estado de Alarma. Ahora mismo ya estará escrito el texto del BOE que marcará nuestro destino durante las próximas tres semanas.

Saldrá otra vez Sánchez como relator de las virtudes del confinamiento y de sus medidas. Lo hará seguramente, y para no perder la costumbre, en horario de informativos para asegurarse la audiencia. Y repetirá también el presidente parte del guión que ha venido usando en sus últimas apariciones, reforzadas con el recién estrenado “teleprompter”, con el que intenta mirar a la cara a los espectadores.

Sánchez libra dos guerras. La evidente es contra el virus. La otra es por su propia supervivencia política. Por eso el presidente intenta vestirse de estadista para salir reforzado del mayor desafío al que se ha enfrentado este país en décadas. Quiere ser como Winston Churchill o como Mario Draghi. De ahí aquel “Lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta” con el que parafraseó el “whatever it takes”de Draghi, que acabó salvando al euro. O el “jamás nos rendiremos” inspirando en el “We shall never surrender” de Churchill. Lo que sea con tal de dar épica al discurso.

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El problema de Sánchez es que un político solo puede cambiar el rumbo de las cosas si a las palabras le acompañan los hechos. Y en este caso palabras y hechos han sido dos realidades paralelas que apenas han llegado a cruzarse en su camino. Le oímos ofrecer “sacrificio y moral de victoria”, mientras veíamos a los sanitarios luchar contra el virus con chubasqueros, bolsas de basura y gafas de bucear. Le escuchamos mil veces anunciar compras, sin que a estas alturas hayamos visto los millones de mascarillas o test rápidos prometidos. Hay un dato además, que mata su gestión casi tanto como el de las decenas de miles de fallecidos. Somos el país del mundo con más sanitarios contagiados por el virus. Y eso es una auténtica vergüenza.

No sé qué pasará mañana. Ahora es muy difícil de prever. Pero déjeme recordarle otra frase de Churchill, ahora que gusta tanto en Moncloa. “Uno nunca debe dar la espalda a un peligro amenazante y tratar de escapar de él. Si haces eso, duplicarás el miedo”. Y así empezó la gestión de la crisis de Sánchez. Llegamos demasiado tarde y se multiplicó el miedo. Primero fueron los muertos y luego sus grandes discursos. Y así no puedes ser como Winston, querido Pedro.

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