Hoy le escribo desde la Aldehuela de la Bóveda. El lugar en el que disfruté muchos veranos y que ayer me hizo el inmenso regalo de ser su pregonero de las fiestas. También fui de esos niños y luego chavales que llenan de vida las ... zonas rurales, en verano o durante los fines de semana. Volver al pueblo es reencontrarse con esa parte de la vida que apenas tiene ataduras, ni entiende de horarios. Solo aquí puedes escuchar unos pasos que caminan a cien metros, el vuelo de una mosca o el relevo de los grillos cuando estridulan por las noches. También son diferentes los olores. En las ciudades se confunde el de los tubos de escape, con los de los extractores, los contenedores o los jardines. Las urbes no suelen tener muchos aromas reconocibles y en el campo, sin embargo, la mayoría son inconfundibles. La tierra mojada, la hierba recién cortada, la leña ardiendo en una lumbre o la paja amontonada generan bálsamos que recuerdan permanentemente el entorno bucólico en el que estás. Los primeros años te tiras todo el día contestando a la pregunta, ¿y tú de quién eres?, porque a casi nadie le importante tu nombre. Eso es secundario porque lo principal es saber de dónde vienes, para así deducir a dónde vas. Aquí la libertad no hay que buscarla porque es ella la que te encuentra. Basta una bicicleta o las ganas de caminar para olvidarte del reloj, del móvil, del wifi y de todas esas aparentes necesidades que en estos lugares, en cambio, son innecesarias. Afortunadamente los pueblos, quedan más lejos de la invasión de todas esas herramientas de comunicación que tanto nos han incomunicado.

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Y sin embargo, todo este entorno idílico que le acabo de describir está más que amenazado. La sangría de la despoblación no se detiene y cada vez queda menos margen para acabar con ella. Se ofrecen terrenos y trabajo, mientras se cierran los centros de la salud, los bancos, las farmacias o los comercios. Se dan subvenciones y ayudas, como parches que no tapan ni una mínima parte de la herida. A la vista está que aquí, nadie ha acertado con la solución en los últimos años.

Hay algún espejo en el que mirarse antes de que sea demasiado tarde. En Escocia, en las Tierras Altas, se ha logrado aumentar la población después de años de pérdida. Lo primero que hicieron fue crear una agencia despolitizada, con técnicos y profesionales especializados para marcar la estrategia. Después se invirtió de verdad en comunicaciones, vivienda, se rebajó la fiscalidad, se devolvieron servicios básicos y se apostó por infraestructuras comerciales y de ocio. Y por último se premió el emprendimiento, se atrajo la innovación, el talento y hasta se creó una Universidad con 70 campus que llenó muchas zonas de estudiantes, y que además, genera proyectos empresariales para invertir allí.

No sé si estamos a tiempo de adaptar un modelo como este, u otro que funcione, en algunas zonas de Castilla y León. Allí, en Escocia, empezaron a trabajar el modelo en 1965. Son muchos años los que se necesitan para que dé resultado. Lo que sí está claro es que o hay un plan y una apuesta decidida por los pueblos, o estamos condenados a solo recordarlos, en vez de disfrutarlos.

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