Conozco una perra que se llama Karma. A mí siempre me han gustado los perros, no tanto como a mi amigo Alberto, que le gustan ... tanto que ya le he dicho que creo que es “perrosexual”. El caso es que Karma cuando quiere algo (comida, suele ser comida) te mira fijamente con cara de no haber roto un plato, saca su cara más tierna y no le importa cuánto tiempo tenga que mantenerla. No importa que luego se haya meado en la alfombra, no importa que luego gruña a los perros por la calle, en ese momento realmente crees que es buena y le das algo de comida, de tu comida. Gana ella.

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Karma me recuerda a los Sánchez que se han Casado en Iglesias de la Rivera de Abascal, sin olvidar el fichaje de otoño de Errejón. Ellos ahora te ponen su mejor cara para pedirte que votes. Pero que votes, y votes, y votes. Sobre todo se lo piden a sus más allegados, a los más cercanos, a su cla, a sus pelotas. Vota, vota, mi pelota. Y algunos, otros no, les pasa como a mí con Karma, que se olvidan de lo malo que han hecho, que no recuerdan que eran ellos los que tenían que haber llegado a un pacto para formar Gobierno.

Era su marrón y no el nuestro y nos lo han colado. Pero oye allá que vamos todos lanzados de nuevo a los colegios, que de tanto ir al colegio últimamente nos van a convalidar primero de la ESO, y yo fui a EGB. Pero ya no es que tengamos que ir a deshacer este entuerto el día 10 de Noviembre (justo después de mi cumpleaños), es que encima, además de señoritas de compañía (seamos educados), ponemos la cama. Que pagamos nosotros, que estas nuevas elecciones van a tener un coste en torno a los 160 millones de euros que salen del dinero del Estado, del dinero de todos.

Que digo yo, que lo normal era que cuando ibas al colegio y no hacías los deberes y no aprobabas el curso, te quedabas sin vacaciones y tenías que estudiar en verano. Pero no, eso no, ha llegado agosto, y, aún estando con un Gobierno provisional, han colgado en el Congreso el cartel de “cerrado por vacaciones” y se han ido todos sin problema a “morenearse” a la playa. Es por esto, entre otras cosas, por las que no hay ningún candidato que me enamore o, como dice un amigo, que me “enjamone”, que suena mucho más charro.

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