Era diciembre de 1843 cuando el británico Charles Dickens publicó “A Christmas Carol”, un cuento de Navidad que vino a ponerle letra al sueño de ... un tiempo nuevo. El viejo avaro Scrooge, su protagonista, comienza la historia diciendo indignado: “Si de mí dependiera, cocería en su propio pudin a todos esos idiotas que van por ahí con el Felices Navidades en la boca, y los enterraría con una estaca de acebo clavada en el corazón”. Un texto que resulta, sin duda, perturbador, si no continuáramos leyendo la historia que Dickens escribió para condenar el egoísmo humano y la ruindad, y despertarnos con las estrellas brillando por encima de nuestros sueños, en la bienamada felicidad hogareña que, por estas fechas, vuelve a levantar ascuas en nuestra memoria.

Publicidad

Sí, más que nunca, necesitamos un cuento de Navidad. Navidad para creer que saldremos de este mal sueño lleno de bichos y fantasmas perturbadores de la convivencia y la democracia, empeñados en arruinarnos la vida. Escuecen y estremecen las voces de los que, aun no habiendo sido nunca de la cuerda de Franco, hoy se atreven a confesar que vivieron bastante mejor con él y tenían menos incertidumbre y más libertades. Y lo dicen con una pena y rabia que les corroe la entraña. Porque jamás hubieran pensado que esto habrían un día de pensar; que esto habrían de proclamar en plena democracia, doliéndose públicamente del puño que antaño con orgullo sostuvo la rosa. Pero la izquierda de Sánchez ha enloquecido, y se ha servido de un tiempo extraño para quebrantar los principios constitucionales y conducir el país a un precipicio económico y social, peligrosísimo. ¡Ah, los locos no oyen, no! ¡Nunca lo hacen! Así que se hace difícil confiar en que los fantasmas que visitaron por Nochebuena al codicioso y viejo Scrooge, entren en el lecho de Moncloa para despertar a Pedro Sánchez con un espíritu que nos devuelva la esperanza. La paranoia del señor presidente mete miedo a los duendes y su ambición necesita idiotas, muchos idiotas, para mantenerse en su perverso sueño. ¡Urge voluntad política para poner punto final a este cuento! ¡Ya!

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad