Si el mejor sitio para conservar un buen vino es la memoria, justo en ese lugar se me ha instalado el recuerdo de los sabrosos ... caldos que hace poco tiempo tuve la oportunidad de degustar en la Sierra de Francia y en las Arribes. En esas hermosas comarcas se elaboran vinos de gran calidad a partir de variedades como rufete, garnacha, tempranillo, uva tinta o mencía. En varias ocasiones he alabado desde estas columnas las bondades que ofrece el vino para quienes, con moderación y buen paladar, sepan hacer uso adecuado de ese milagroso “fruto de la vid y del trabajo del hombre”, como nos recuerda la liturgia. Todo un milagroso portento.
Publicidad
El huevo del día, el pan de ayer y el vino de un año a nadie hacen daño. Pero tampoco perjudica, sino todo lo contrario, el morapio de varias añadas bien conservado en barrica y luego en botella, a ser posible cerrada con corcho convenientemente tratado. Es verdad que hay vinos jóvenes que llegan al mercado con tapones de otras materias, incluso con cierres de rosca. Me acabo de enterar, con no poca sorpresa y un atisbo de alarma, de que existen vinos enlatados. De antiguo vienen las variedades “de tralla” en tetrabrik, y mucho antes en viejos odres y pellejos cargados en carromatos de arrieros, recueros y trajineros, transportados leguas y leguas por caminos y andurriales.
Ya me escandalizaba el llamado vino sin alcohol, pero ahora ¿en lata? Si este envase modifica el sabor de las cervezas con respecto al vidrio, a decir de los entendidos, ¿cómo no va a detectar nuestro paladar el efecto del enlatado? Que no me lo ofrezcan, que aparten de mí ese cáliz. ¿Se imaginan a un sumiller tirando de la argolla antes de servirlo en mesa de postín con lujoso mantel de lino? Se podrá argumentar que el vino en latas se transporta mejor, que podría tener mayor aceptación entre los jóvenes, y que podría sustituir así a la litrona cervecera. O que el reciclado es más fácil. Ignoro si los compuestos fenólicos, el glicerol, los taninos y aromas conservarán todas sus propiedades en contacto con el latón. De lo que sí estoy seguro es de que los bodegueros serios nunca optarán por el novedoso y herético enlatado a la hora de envasar sus vinos.
¿Se lo hubiera imaginado Berceo, cuya obra en “roman paladino” bien valdría “un vaso de bon vino”; o el Arcipreste de Hita (“es el vino muy bueno en su mesma natura”)? En las novelas de caballerías, y no digamos en Cervantes, se localizan decenas de referencias y alusiones al salvífico néctar, por no mencionar otras obras literarias universales en las que se alaba el producto extraído de la uva fermentada, se ensalzan sus virtudes y censuran sus excesos. Aprovechemos, pues, la primavera para realizar rutas del vino por tierras salmantinas. Nuestras expectativas gastronómicas no se verán defraudadas.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.