La cita apócrifa de Unamuno asegura que “el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando”. La neurociencia ha demostrado que viajar expande ... la mente, genera cambios estructurales en el conectoma, la red neuronal que nos define como personas por nuestros gustos, ideas o preferencias y que gana plasticidad en los paréntesis temporales en los que cambiamos nuestro medio habitual por nuevos horizontes. Cualquiera que haya hecho una maleta, en fin, sabe que viajar eleva la perspectiva y nos hace más críticos, en la medida en la que nos permite comparar.
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Pero ni Unamuno, ni la neurociencia ni ninguno de nosotros asocia el concepto del viaje con el transporte de animales, sino con un desplazamiento en condiciones dignas, incluso placenteras y hasta glamurosas en ocasiones. Al menos hasta ahora. Cualquiera que viajase de Salamanca a Madrid en tren en los días previos a Nochebuena sabe que una parte del pasaje hizo el viaje de pie. Mejor dicho, sin asiento. Porque los viajeros se sentaban como podían, ya fuera en el suelo entre los vagones, sobre sus propias maletas o en el reposabrazos del asiento de algún compañero que sí consiguió una plaza. Ahora Renfe reconoce ya oficialmente que vende hasta un 10% de billetes con plaza inexistente a clientes que pagan lo mismo por su billete que el resto, pero que en muchos casos tendrán que viajar sin asiento.
Por WhatsApp me ha llegado alguna foto de las condiciones en las que esos viajeros cubren en trayecto Salamanca-Madrid y sospecho que, si un equipo de SEPRONA se tomase la molestia de realizar una inspección, comprobaría sin dificultad que los viajeros no cuentan con las mínimas condiciones de bienestar animal. ¿Dónde queda la seguridad del viajero? ¿Qué pasa con los pasajeros sentados en el suelo en caso de frenazo repentino, no digamos ya de choque? ¿A qué condiciones de higiene o sanitarias se somete a una persona a la que se obliga a sentarse en el suelo? ¿No estamos de hecho ante un caso de gerontofobia, una medida que discrimina abiertamente a las personas de mayor edad que, aunque quisieran, no podrían viajar de Salamanca a Madrid ni de pie ni por los suelos? A la afrenta de no dotar a Salamanca de la frecuencia de trenes y nivel de comunicaciones que requiere se suma este insulto a la decencia, el decoro y la seriedad. De la aseveración “necesitamos más trenes”, ¿qué parte no entienden? Viajar así no abre la mente, sino todo lo contrario, cosifica a la persona. No digo que Renfe tenga que ofrecer los lujos del Orient Expess, pero sí al menos un asiento a cada pasajero.
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