HAY quien pide mano dura contra los que no quieren vacunarse. Dicen que es necesario retirarles la documentación para que no puedan viajar, hacer gestiones ... en el banco o realizar cualquier trámite legal; que hay que sacarles de sus trabajos y confinarles en sus casas o en campos de concentración; que hay que denegarles la atención hospitalaria hasta que claudiquen ante la hipodérmica; que habría que prohibirles entrar en los cines y en los bares e, incluso, que habría que señalarles, obligándoles a llevar por la calle un gran brazalete donde se vea, en letras escarlatas, las siglas NV de no vacunado.

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Yo jamás abogaré por nada de lo anterior.

Cuando empezó el tema del coronavirus lo primero que temí fue que llegasen las persecuciones. Ahora asisto atónito a un espectáculo dantesco de exterminación de libertades mientras veo que el pueblo, en vez de revolverse contra la tiranía, clama a gritos que se pisoteé el más básico de sus derechos: la libertad. Qué buenos criados somos.

Es todo tan kafkiano que el tema ya me parece hilarante. Puestos a decir barbaridades, si actuamos así contra los no vacunados de coronavirus, ¿qué tendríamos que hacer con los tuberculosos, los sarnosos, los enfermos de VIH, los que padecen hepatitis, lepra o los portadores de VPH? ¿Deberíamos encerrarlos en un centro penitenciario o, directamente, los ponemos de rodillas y los ejecutamos? También son portadores de enfermedades infecciosas potencialmente letales...

La libertad es un derecho sagrado. Punto. No es discutible, ni negociable ni tiene que justificarse con razones. La libertad es el respeto a la voluntad del individuo, aunque esta sea irracional o no atienda a la lógica. Nadie puede obligar a otro a vacunarse... pero sí pueden hacerle la vida imposible.

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Yo me pregunto: ¿por qué insisten tanto en que se pinche todo el mundo? Si los inoculados ya están protegidos, ¿qué más da lo que haga el vecino? Y si ya hay tantísimos inyectados, no habrá más problemas de colapso en los hospitales; ¿entonces para qué tanto insistir? El tratamiento funciona, ¿o no funciona? Los gibraltareños están vacunados al 100% y ya han cancelado la Navidad por el alarmante aumento de contagios...

La auténtica enfermedad de la sociedad, el gran virus que se está esparciendo y contaminando la sangre de aquellos que incluso se autodenominan liberales o de derechas, es el virus del totalitarismo: haz lo que yo diga.

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Lo que quiero transmitirles, queridos lectores de LA GACETA, es que lo de menos es quien está vacunado o no. Lo preocupante es el trasfondo. Si empezamos a coartar libertades no habrá marcha atrás. Hoy serán los no vacunados, mañana los que coman carne y pasado, ¿qué vendrá?

No pueden quitarnos nuestros derechos y libertades de un plumazo, por eso lo hacen poco a poco. Cuando queramos darnos cuenta de que no tenemos derecho más que a permanecer en silencio entonces ya será demasiado tarde. Ese día llegará, y lo lamentaremos.

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