Pedro, tú eres piedra, y sobre esta piedra edificaremos una España socialista. No la de Alfonso Guerra -que no reconocería ni la madre que la ... parió-, sino la que está gestando a su capricho el presidente, que ayer celebraba su onomástica, la del primer vicario de Cristo, aquel pescador llamado Pedro (en arameo piedra o roca). Ese fue el recado que creyó recibir Pedro Sánchez cuando el PSOE, después de echarle por sus amancebamientos con la extrema izquierda, le dio de nuevo la secretaría general, y le viene consintiendo sus ataques -celebrados por comunistas, separatistas y filo-etarras-, al Régimen del 78. ¿Para ello es preciso ir contra el Tribunal Supremo? Se va. ¿Necesita tratar como esbirros a fiscales y abogados del Estado? A por ellos. Le importa un pito la separación de poderes. Canta “Yo hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley”, como la conocida ranchera “El rey”, himno oficioso de Méjico, que dice que una piedra del camino le enseñó su destino; y que también le dijo un arriero que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar. Desgraciadamente llegó.
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Fue el retorcido Ábalos quien empleó la metáfora de la piedra del camino. Por tanto hay un camino trazado. Evidente: el que, valiéndose de la ingeniería social, nos llevará a parecernos a Venezuela. En el camino naturalmente hay piedrecitas y rocas, incluso polvo, con el que estaba dispuesto a manchar su toga aquel Fiscal General de Zapatero, Conde Pumpido. Pues fíjense ustedes la actual, Dolores Delgado, ex ministra de injusticia de Sánchez. Y que le pregunten al hoy diputado por Ciudadanos Edmundo Val, Abogado del Estado, destituido por no plegarse a los caprichos de Pedro el rey.
Ahora se trata de que los coautores del procés no tengan que pagar lo que según el Tribunal de Cuentas malversaron (“solo” 5,4 millones de euros). El presidente, ya consumados los indultos, le tiene prometida a sus apoyos parlamentarios la condonación de la pela, la pasta, los cuartos, el bendito parné, tan fenicio, tan catalán. Para ello, el mariachi Sánchez se subirá al buldócer, entonando lo de “hago siempre lo que quiero”, y arramplará con esa roca del camino que es nuestra única garantía, el Tribunal de Cuentas.
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