Me sorprende que los que tienen dos lenguas en vez de una en este país (castellano y otra) se sientan ofendidos cuando los castellanoparlantes no ... pronuncian la segunda (o primera, que no quiero molestar y además creo de corazón que cada cual tiene derecho a ordenarse como le dé la gana) exactamente como es. El domingo, compartiendo mesa con representantes de casi toda la geografía española, hubo un momento en el que un gallego se quejaba de que la prensa nacional no hubiera aprendido a pronunciar el nombre de Artur como corresponde (es decir con el acento en la u). Fue increíble la vehemencia con la que defendió que, a estas alturas, no se supiera hacer a la perfección. Yo, que no puedo abanderar más la existencia de las lenguas autóctonas y la riqueza que suponen, me quedé, sin embargo, estupefacta. ¿O sea, que los castellanoparlantes tenemos que saber pronunciar sin errores el catalán, aunque los catalanes le den patadas al diccionario o suelten expresiones en castellano, traducidas directamente del catalán que, sencillamente, quieren decir otra cosa? Lo mismo les pasa a los gallegos. Y yo no me quejo. Y tampoco corrijo porque, al fin y al cabo, con ellos puedo comunicarme en castellano gracias a que ellos lo hablan y no me sería posible hacerlo en gallego o catalán (aunque intento ir aprendiendo todo lo que puedo y utilizándolo en cuanto tengo ocasión), porque lo desconozco. Pero, hombre, si para ellos es lengua cooficial y a veces no la utilizan de manera impecable ¿no deberían ser algo más indulgentes con las pronunciaciones de quienes no tienen esa lengua suya como propia? Sobre todo porque, aunque no lo crean, en los medios, salvo excepciones, todo el mundo intenta pronunciar bien el catalán, el gallego y hasta el euskera, que es mucho más difícil. Es más, son muchos los que tratan de aprenderse unas palabritas de cortesía y soltarlas en cuanto tiene ocasión. Otra cosa es que haya equivocaciones, como las puede haber con cualquier otro idioma. O mala intención, que entonces es otro caso y otra cosa. Pero eso no es lo general. Por lo demás, decir, con la mejor voluntad, que aunque considero que algunos catalanismos o galleguismos no aportan nada al castellano, creo que otros, por el contrario, podrían enriquecerlo si fueran incorporados a él con naturalidad, como tantos “ismos” más lejanos, que se han aceptado con mayor facilidad. Está claro que si el uso y la costumbre son fuentes del Derecho, no lo son menos del lenguaje y esto debería ser considerado también en los intercambios entre las lenguas territoriales, por todos los que tenemos ganas de sumar y no de restar.
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