Representa el esfuerzo, el sacrificio, la perseverancia, el amor propio. Es un ejemplo al aunar los auténticos valores humanos, hoy en decadencia. Estudiar sus orígenes, ... su trayectoria, su carrera profesional es hacer un recorrido desde los comienzos más humildes hasta alcanzar una fortuna gracias a su éxito profesional.

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Su historia podría o debería estudiarse en cualquiera de esos cursos que ahora se multiplican, de ‘coaching’, en cualquier máster sobre liderazgo, en todos los ‘clinic’ para enseñar a otros a tener éxito. Porque en esta historia también hay fracaso, hay días, meses, temporadas incluso, en los que no salen las cosas, pero se asumen y se lucha contra ello. No se ha permitido una flojera mental. Hay que sobreponerse a todo, a lo físico y a lo intelectual.

Hablo de un torero, claro está. De una figura del toreo. Me refiero a Pedro Gutiérrez Moya, ‘El Niño de la Capea’ y el próximo viernes, 21 de abril, en vísperas de la festividad de Castilla y León recibirá el premio de Tauromaquia 2022. Desde el momento en el que me llamaron desde la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta, encabezada por Gonzalo Santonja, para formar parte del jurado tuve claro que el galardonado debía ser para aquel niño de Chamberí que se formó en una especie de escuela taurina llamada ‘La Capea’.

Ha sido un acierto incluir el ‘Premio de Tauromaquia’ como uno más de los premios de Castilla y León, formando parte de un variado escalafón de categorías relacionadas con el arte, las letras y las humanidades. Ahí es donde deben estar los toros. Junto al de investigación Científica y Técnica, Innovación, el de Deporte, de los Valores Humanos y Sociales, o los premios de Artes, de Letras, y de Ciencias Sociales y Humanidades. En la misma condición, el premio de Tauromaquia.

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Y ahora, 50 años después de su alternativa en Bilbao, el Niño de la Capea va a recibir un galardón que hace algo de justicia. Porque, cumpliéndose el refrán, Pedro no ha sido profeta en su tierra. Ni como torero, ni tampoco como ganadero. Ha sido un grandioso torero, fue el favorito de Bilbao, pero Madrid también lo adoraba. En las Ventas ofreció uno de sus grandes hitos profesionales: encerrarse con seis de Victorino Martín.

Y además, triunfando al cortar tres orejas. Pero... ¿qué más darán los números si bordó el torero al natural en el quinto toro? Faena inolvidable y gesta con la que solo cuentan media docena de toreros en la historia.

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Pedro es un sabio. Un hombre tremendamente inteligente. Que no le bastó todo lo conseguido en el ruedo vestido de luces, todo ese dinero ganado y bien invertido, no fue suficiente porque decidió entregarse también a la ganadería brava. Con un encaste que fue el predilecto de las figuras algún tiempo pero que estaba destinado a desaparecer. El Niño de la Capea se convierte en ganadero de bravo revitalizando el encaste Murube. Y todo esto no se consigue si no tienes entras las manos la fórmula del éxito. Una vez más. Con esfuerzo, dedicación, inteligencia, estudio y noches sin dormir ha conseguido ser también un referente como ganadero. Y lo mejor, trasladar todo esta locura a sus dos hijos, Pedro y Verónica, dos enfermos del campo, del toro y del caballo.

En una sociedad tan huérfana de ciertos valores, o de tan escasas ganas de transmitir que esos valores son imprescindibles para llegar lejos, se hace indispensable tener referentes de este tipo. Que sin tener nada triunfó en una profesión muy dura, muy compleja. Aquí no sirve evitar comparaciones para que nadie se sienta inferior, ni igualar los triunfos para que todos se vayan contentos, tampoco sirve la complacencia, ni nadie te allana el camino. Aquí todos no son iguales.

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Con gran honor puedo contar que le alcanzo en una cosa. Ambos tenemos el título de “Matanceros de Honor” de Guijuelo. Algo es algo. Este año compartimos una jornada fabulosa en esa localidad en la que huele a jamón por las calles. Y puedo decir que me anunciaron junto al Niño de la Capea, también junto a su hijo, El Capea, y que en lo de comer jamón ibérico les pegué un repaso importante. En eso, sólo en eso, soy mejor que el gran Pedro Gutiérrez Moya. ¡Enhorabuena, maestro!

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