La precampaña se calienta por momentos, como cabía prever, pues no hay comicio sin bullicio y ahora que son cinco a la gresca, el espectáculo ... da para comer siete sacos de pipas. Pedro Sánchez ha asumido el rol de ‘prima donna’ de este circo, un papel que le viene como anillo al dedo, porque su capacidad para hacer el ridículo no tiene límites, por tierra, mar y aire, en entrevista televisada por ‘su’ tele pública o en biografía escrita por una de sus admiradoras de cabecera.

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El Doctor Pedro se considera demasiado guapo como para ponerse límites. Si el presidente dice que fue San Juan de la Cruz quien afirmó aquello de “Como decíamos ayer”, habrá que cambiar la historia y que se fastidie Fray Luis de León. La realidad nunca ha sido un obstáculo para el intrépido Sánchez, temerario de tan osado, el hombre que fue capaz de resucitar de entre los muertos en el cementerio de los socialistas y por tanto se cree inmortal, aunque lo primero que le preocupa nada más llegar al poder es un buen colchón para pernoctar a placer en la Moncloa. Cuántas veces, casi siempre de manera injusta, le hemos acusado de poner a España al borde de la destrucción a cambio de dormir un día más en el complejo presidencial, cuando en realidad Pedro y Begoña solo querían estrenar somier. Ahora quieren seguir en el machito por el Falcon y los viajes, porque le han perdido el gusto a los muelles.

Esa intrepidez del inmortal le otorga ventaja sobre sus cuatro oponentes en las urnas del 28-A. No le importa mentir con el mayor descaro ni prometer lo imposible porque todo ello forma parte de su manual de resistencia. Los demás están todavía intentando reubicarse en el nuevo panorama político, mientras el Doctor Sánchez despliega toda una batería de fuegos artificiales para beneficiar a padres, parados y funcionarios mediante decretos, promesas y lo que haga falta para atraer su voto al redil del PSOE. No le pidan decencia, ni juego limpio, ni espíritu democrático, porque cuando hay un colchón o un Falcon al final del camino, a este hombre se le nubla la vista.

Si hubiera sido listo, o al menos estuviera bien aconsejado, hubiera votado el martes en el Congreso a favor de considerar delito los referendos ilegales. Se nota que Sánchez todavía sufre síndrome de Estocolmo, tras ocho meses siendo rehén de los golpistas. Porque a sus colores y a sus intereses electorales ahora les convendría distanciarse cuanto más mejor de los rebeldes catalanes. Eso le daría votos en toda España, aunque le restase posibilidades de gobernar después. Ya se sabe: primero vencer y luego ya se verá. Pero él no. Se ve que su prioridad sigue siendo no cabrear a Puigdemont, Torra y compañía. No se da cuenta de que bastante tienen ahora los secesionistas con protegerse de la justicia, cuyo peso se dispone a caer sobre sus cabezas.

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Iniciado el juicio, hemos podido observar el comportamiento lamentable, entre la invención onírica y la mentira rastrera, de esta docena de más que presuntos golpistas. Y lo peor de todo no es que desprecien a los tribunales ‘españoles, lo peor es que son un hatajo de cobardes. Tan gallitos como parecían cuando perpetraron el referéndum ilegal, engañando incluso al CIS de Soraya Sáez de Santamaría, y declararon la independencia de Cataluña pasándose por el forro al Tribunal Constitucional, al Estatuto de Autonomía y a cuantos jueces y leyes se les ponían de por medio€ y ahora se han vuelto auténticas gallinas cluecas. Ni uno solo de los rebeldes ha dado un paso al frente para reconocer el golpe de Estado contra España que dieron a plena luz del día y con plena conciencia.

Viendo su cobardía, resulta cuanto menos sorprendente que una cuadrilla de politiquillos tan pusilánimes, liderada por el feliz fugado y nada valeroso Puigdemont, haya puesto a España al borde del ataque de nervios y al Gobierno de Pedro Sánchez de rodillas, intentando negociar de igual a igual solo para dormir una noche más en los colchones de la Moncloa. Y ahora le ha perdido el gusto al somier.

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