Hace unos meses presencié una de esas escenas que me ponen los pelos como escarpias. Me había dirigido a una oficina bancaria a cumplir mis ... obligaciones tributarias y vi, en una de las mesas del fondo, a una abuelita de pelo plateado intentando resistir los embates de un comercial de la entidad. El local estaba vacío y la sordera de la mujer era tan acusada que obligaba al empleado de la sucursal a hablar casi a gritos, por lo que fui testigo involuntario de la operación: «Fulanita, el fondo de inversión te ha dado 50€ euros; que digo yo que con 50€ euros no sales de pobre, ¿te compro más acciones del banco?» —gritaba el empleado— «Yo no entiendo nada de eso» —respondía ella, afable y temerosa a partes iguales— «Haz lo que creas conveniente, Fulanito», remató la anciana. Evidentemente al empleado le faltó tiempo para reinvertir el magro resultado. Me dieron ganas de acercarme y decirle a la mujer que vendiese todas las acciones del banco y fuera a darse una buena cena. Seguro que le rentaría más.

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Y aquí es donde quiero llegar: le están ofreciendo a la población general activos financieros tan fluctuantes y arriesgados como los bursátiles. Esa población general que de manera reiterada se ha demostrado financieramente inculta —Gescartera, Afinsa, preferentes, multidivisas, acciones de bancos impopulares...— Están endosando productos financieros de los que el común de los mortales no tiene ni repajolera idea de su funcionamiento y menos aún de sus riesgos. Productos que venden maquillados con palabras pomposas, intentando transmitir sensación de confianza y seguridad. En la diana de estos productos están jubilados, autónomos, funcionarios... En resumen: cualquiera que tenga dos duros ahorrados. No se libra nadie. ¿Todos estos clientes conocen términos como el VIX, Baltic Dry Index, derivadas, sell off o take profit? No, no los conocen y hay una escala de «peligrosidad» de los productos bancarios, donde 1 es paz y armonía y 6 es un volcán en erupción, pero gracias a las artes venales y prestidigitadoras del comercial de turno, el 6 pasa a 1, todos quedan convencidos de ser Warren Buffett y el banco se podrá lavar las manos cuando en un Flash Crash hayan perdido todos sus ahorros: «Ahí está su firma».

Rockefeller dijo: «Cuando mi limpiabotas invierte en Bolsa, yo lo vendo todo»: cuando hay bonanza económica y personas que antes jamás invertirían de repente se convierten en expertos... desastre a la vista.

Si quieren ahorrar sobre seguro, compren unas cuantas monedas de oro, Krugerrands, Filarmónicas, Soberanos, Eagles... y escóndanlas bajo esa baldosa que cojea y sólo ustedes conocen. Y si quieren invertir en algún producto exótico, antes háganse el favor de consultar a un asesor financiero independiente, no cobran mucho y pueden salvarles de posteriores disgustos. Y recuerden: el banco no es su amigo.

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