Los pescadores y los camioneros españoles son unos fachas. Pasean en sus barcos y en sus vehículos pesados enormes banderas rojigualdas con un aguilucho plantado en medio, propio de un régimen que creíamos olvidado. Su mayor preocupación en estos momentos es abolir las leyes de ... igualdad y de memoria histórica. No hablan de otra cosa cuando se encuentran en alta mar o en ese restaurante de carretera que sirve unas pochas con chorizo que quitan el hipo. Hasta ahora desconocíamos que la derecha extrema representaba mejor que nadie sus intereses. Y eso mismo les ocurre a los hombres y mujeres del campo que se manifestaron en masa este domingo en Madrid. Qué sería de estos parias de la tierra si no existiera un partido escorado a la diestra que pudiera redimirlos. Solo así se entiende que, con lo bien que va España en todos los aspectos, estos tipos hayan decidido tomar las calles. Y encima sin avisar a los de CCOO y UGT. Qué se habrán creído.

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Porque ayer la flota pesquera decidió quedarse amarrada en puerto por la subida de precios del combustible. Y seguirán sin faenar al menos hasta el miércoles, cuando sus representantes tienen previsto mantener un encuentro con el “desaparecido” ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas. Con quienes el Gobierno no piensa hablar de momento es con los transportistas que llevan una semana de huelga también por el encarecimiento del gasoil, y que están amenazando el abastecimiento de productos de primera necesidad en los supermercados. Dicen las ministras de Asuntos Económicos, Hacienda y Transportes que los dirigentes de estas protestas no son representativos del sector y que están influidos por la extrema derecha. Por eso, en lugar de hablar con ellos para resolver el problema, han preferido hacer el paripé y simular una negociación con el Comité Nacional de Transporte por Carretera, entidad que agrupa al 85% de las pequeñas y medianas empresas del transporte, pero que no ha protagonizado protesta alguna.

El descontento ante la pasividad del Gobierno quedó perfectamente reflejado en la manifestación del domingo en la capital de España, donde miles de agricultores, ganaderos, cazadores y personas que viven del mundo rural exigieron medidas efectivas para paliar la asfixiante situación económica en la que viven al grito de “¡Basta ya de chulearnos!”.

Pero algunos del PSOE no aprenden. O lo que es peor, no quieren ver la realidad. Ahí está el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, que demostró su enorme sensibilidad con el campo resumiendo la protesta dominical con una fotografía en la que aparecen unas personas a caballo portando una bandera española, con el comentario “Vox ha conseguido que el marquesado salga a la calle”. Con buena lógica, Asaja Valladolid le ha declarado “persona non grata” para el campo. No lo puede evitar. Al mandamás vallisoletano le gustan más los yates que los campos de trigo. Cómo no.

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Este estallido social en la calle no es flor de un día. Irá a más en cuanto la inflación siga subiendo -ya es la más alta de los últimos 30 años- y el paro -que había dado visos de contención al ir terminando la pandemia- comience a ascender.

Para salir de este atolladero, tenemos a un tipo muy peligroso y nada de fiar. Un fulano capaz de decir una cosa y la contraria casi al mismo tiempo con tal de sobrevivir. Un sujeto que no duda en dejar a su país en brazos de Marruecos sin pestañear, con nocturnidad y alevosía. Un individuo que, en lugar de tomar decisiones como han hecho sus vecinos en Francia o Portugal por ejemplo, prefiere coger el avión y escaparse a París y Bruselas, donde ayer quiso dárselas de estadista junto a Macron, De Croo o Michel. Nuestro presidente Pedro Sánchez tiene el país hecho unos zorros y no le importa un carajo. Da miedo.

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