Esperamos que 2022 por fin nos traiga la ansiada nueva normalidad tantas veces prometida. Entretanto, y como suele ser habitual en los postreros días del ... año que concluye, hacemos un ejercicio de memoria acerca de lo acontecido y nos damos cuenta de que hay cosas que preferimos olvidar, capítulos en blanco que acaso hubieran sido impredecibles antes de la pandemia y que ahora tratamos de rellenar con dudosas certezas. Por ejemplo, no vemos el momento de librarnos de esas aborrecibles mascarillas que han velado las expresiones de alegría o de tristeza en los rostros. Aún siguen pesando en nuestro ánimo los confinamientos padecidos, las fosas nasales horadadas en busca de virus, las restricciones viajeras durante los primeros meses del año 2021, los negocios arruinados, los empleos perdidos. Y, sobre todo, las vidas que se apagaban, si bien a menor ritmo que en el fatídico 2020. El gran alivio fue comprobar cómo las vacunas incidían positivamente en la prevención de desgracias mayores, y nos permitieron albergar esperanzas de una cercana normalidad que, por ahora, no se acaba de atisbar en el horizonte debido a las nuevas mutaciones de lo que en principio fue el virus chino, ese del que nunca han llegado a aclararnos su origen y qué lo provocó.
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2021 ha sido el año de la gran expansión de las criptomonedas y también de la inflación galopante, de la subida descontrolada del precio de las energías en Europa (no digamos en España, el perro flaco al que todo se le vuelven pulgas) y del incremento del desempleo. A principios de año tan solo Grecia nos ganaba; ahora tenemos el dudoso honor de superar al país heleno. Hubo intentos de explicar por qué muchas industrias dejaron de recibir componentes fundamentales para su producción y se le echó parte de la culpa al atasco de un barco en el canal de Suez.
En España hemos tenido un volcán que, por fortuna, parece ya dormido tras provocar ruinas y dolor en la isla de La Palma. Otro fenómeno sísmico primaveral fueron las elecciones en Madrid, que arrojaron un resultado de cuya sorpresa algunos todavía no se han recuperado.
De nuevo en el exterior, esperemos que Rusia y Ucrania no vuelvan a la greña, porque el final de año está que arde. O que China no le hinque el diente a Taiwan; ganas no le faltan. En el plano positivo, Scholz y Macron han firmado un gran acuerdo, y en Italia parece que Draghi está dando en el clavo económico, no en vano The Economist ha nombrado a Italia “país del año”. Y recientemente se ha enviado un gigantesco telescopio a no se sabe dónde, que nos dará las claves del universo, galaxia arriba o galaxia abajo. Confiemos en que a millones de kilómetros eche un vistazo a este minúsculo planeta y confirme que en él hay vida inteligente. Uno a veces lo pone en duda. Razones no faltan.
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