Hoy, todos buscamos un amigo médico para conseguir un test rápido que nos saque de dudas. Un Xavier Becerra, que será nuestro hombre en ... la Casa Blanca cuando le den las llaves a Biden, del modo en el que la familia de Franco -más bien un funcionario judicial-ha dado las suyas del Pazo de Meirás a una abogada del estado, mientras nosotros buscamos las nuestras para salir de la Comunidad perimetrada. Como digo, Becerra será nuestro hombre en la Casa Blanca, donde ya estuvo otro salmantino: Wences Moreno. El artista actuó en la mansión presidencial, la visitó y era admirado por presidentes americanos. Un personaje. Tiene calle en Nueva York, lo que pueden decir muy pocos. De hecho, la tuvo en la Gran Manzana antes que en su tierra. Con ello se evitó que Mateo Hernández, el artista bejarano, tuviese dos calles en nuestra ciudad. Cosas que pasan. Hubo un tiempo en el que muchos latinos vinieron a estudiar a Salamanca, no por las fiestas, como se dice ahora, sino por la afinidad política de la España del señor de Meirás -y su “santa” depredadora- con los países de los que venían. Ahí está la clave del famoso colegio “Hernán Cortés”, institución hispanoamericana, que abrió sus puertas en 1950 bajo el paraguas del Instituto de Cultura Hispánica, cuyos orígenes se remontan al congreso cristiano “Pax Romana” celebrado en Salamanca en plena postguerra mundial y con España en el punto de mira de las potencias democráticas. El motor de aquello fue Joaquín Ruiz Jiménez, que algo tuvo con Salamanca. Becerra no es de aquella hornada que rendía homenajes a Colón ante su escultura y daba ambiente a la denominada “vía del dólar”, sino posterior, cuando acariciábamos la democracia. Me gustaría preguntarle qué recuerda de aquella Salamanca setentera y hacerle un test rápido para asegurarme de que aún tiene anticuerpos de la Salamanca de entonces.

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Ayer, Día Internacional de los Derechos Humanos, era obligado recordar a Francisco de Vitoria, porque todo comenzó en él. Pero no están los tiempos para celebraciones. En su aula, junto al Paraninfo, se reproduce el mural ginebrino de la Sala del Consejo de las Naciones Unidas, donde se le ve impartiendo doctrina en la Universidad de Salamanca de entonces. A lo mejor de los indígenas americanos y sus derechos. Lamentablemente, cuando se produce en 1950 (de nuevo este año) la Declaración de los Derechos Humanos, España no pude estar en su proclamación. Salamanca, sin embargo, estuvo a través de Vitoria.

Vitoria descansa en el convento de San Esteban, no muy lejos de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque, Duque de Alba, terror de la Europa de su tiempo y causa de nuestra leyenda negra. Descansa el gran militar en un sepulcro de Chueca Goitia tras un entierro solemne que Cayetana de Alba y su marido, Jesús Aguirre, negociaron con las instituciones salmantinas. Fijo que la casa ducal no se estiró tampoco en aquella ocasión. Y era el Gran Duque. Un día como hoy de 1582 murió el militar asistido por Fray Luis de Granada. Es curioso que fuese Chueca el que habló a Pablo Beltrán de Heredia, alcalde de Salamanca, del escultor Francisco de Toledo, que fue quien realizó al final la escultura de Vitoria frente a San Esteban. Como que Fray Luis de Granada fuese dominico, su famoso “Libro de oración y meditación” se imprimiese en Salamanca y aquí comenzaran sus problemas con la Inquisición, que tenía sus propios test rápidos. Su tocayo de León fue liberado por el Santo Oficio otro 11 de diciembre, pero de 1576. Son coincidencias.

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