Que aprendan los hombres de hoy de las mujeres, proclamó el Rector Ricardo Rivero en su intervención en el acto conmemorativo del centenario de ... la investidura honoris causa a Santa Teresa de Jesús, un siglo después de una investidura sin más protagonismo femenino que el de la “Santa” –como se la conoce en Alba de Tormes– y la reina Victoria Eugenia, por la que Unamuno sentía respeto y veía como esperanza de que su marido, Alfonso XIII, tomara la senda de la monarquía parlamentaria inglesa convencido por ella. El destierro fue la consecuencia de quien no quiso tomar nota.

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El jueves cinco mujeres desplegaron una reivindicación teresiana, femenina y académica muy necesaria en estos tiempos marcados por una berrea colegial, pero también por una lucha femenina en Irán –y prácticamente todo el mundo– por la libertad de las mujeres (y de toda su población) protagonizada, entre otros gestos, por un trasquilado de pelo.

Más allá de ese protagonismo en el Paraninfo, la sesión dejó para la historia la imagen del birrete doctoral de la Santa presidiéndola después de ser trasladado con escolta de la Policía Local desde Alba para cerrar un cortejo de doctores y frailes que cruzó un Patio de Escuelas desalojado y sin más sonido que el de las chirimías.

Otra de las imágenes fue la de los hábitos conventuales en el sagrario de la Universidad de Salamanca, fundación papal y real hace más de ocho siglos, donde antaño camparon a sus anchas los agustinos, dominicos, franciscanos, jesuitas y supongo que carmelitas.

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También se refirió a ello Rivero. Una institución de la que se arrancaron los estudios teológicos, pero no la mística o el derecho matrimonial eclesiástico.

En el acto pusieron voz a Teresa y don Miguel alumnos dirigidos por la batuta de Vicente González, ex decano de Letras, y su cruce de caminos quedó en una joya de Ediciones Universidad de Salamanca para los asistentes.

Desde la mesa presidencial la alcaldesa de Alba, Concepción Miguélez, vino a decir con emoción y datos que Alba no se concibe sin su Santa, y tiene por ello un deber y responsabilidad con ella, escritora y mujer, y ayer vimos que cumple con una nueva publicación.

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La profesora abulense Sonsoles Sánchez-Reyes, cuyo bisabuelo era decano de Derecho hace un siglo, hizo una laudatio espectacular de la mujer y escritora, como después lo harían también Esther del Brío, imaginando lo que Unamuno hubiese dicho de Teresa si hubiera hecho su elogio, y Rosa López, que trazó relaciones entre una y otro.

Y remató, antes de la música, la profesora y escritora Mari Ángeles Pérez López insistiendo con profusión de citas y reflexiones personales en la importancia de nuestra monja en la literatura, pero también en algunas referencias de su escritura como guía para interpretarla.

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No, la Iglesia no trataba bien en su momento a la mujer y Teresa lo era por encima de otras consideraciones, al igual que hasta no hace mucho tiempo, instituciones como la Academia de la Lengua la hubiesen rechazado, como bien sabía la Pardo Bazán.

Fuera, el mundo reconocía con el Nobel de Literatura a una mujer, Annie Ernaux; se arrancaba cabellos por las mujeres de Irán y se golpeaba la cabeza por la denigrante actitud sexista de unos colegiales hacia sus vecinas, algunas de las cuales lo vieron como algo normal. Ya decía nuestra monja qué gran cosa es el saber. En fin.

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El “Gaudeamus” afirma en su letra “Florezca el Alma Mater” y ya se ve que hay mucho que hacer.

En el Paraninfo, la procesión iba por dentro.

Un recinto multicolor por los atuendos doctorales y eclesiásticos, en el que estuvieron, como entonces, el obispo, José Luis Retana, y representantes de carmelitas y otras órdenes.

También miembros de la Asociación de Amigos de Unamuno, con Francisco Blanco al frente, que conoce bien el papel discreto de don Miguel entonces; poetas como Asunción Escribano e Isabel Bernardo.

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Incluso mi amiga Gracia Sánchez, de Amas de Casa, que andan celebrando el medio siglo, cuyos festejos conoceremos esta semana. Teresa de Jesús, vítor.

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